Es bastante conocida la anécdota del político republicano francés del siglo pasado, León Gambetta, quien en cierta ocasión declaró: «No podéis imaginaros cuánto esfuerzo me ha costado eliminar de mis discursos la palabra Dios.
Pero por fin, después de grandes esfuerzos, ahora, cuando hablo en público, puedo hacerlo sin mencionar ese nombre, gracias a Dios».
En el fondo de la mente, e incluso en el subconsciente, el hombre no puede liberarse por completo de la idea de divinidad. ¿Existe Dios o no existe? Si existe, ¿cómo es?, ¿qué piensa?, ¿cuál es su voluntad? El gran deber de todo ser humano es llegar a conocerle. «A mí no me importa en absoluto».
Ésta podría ser la respuesta de multitud de personas en nuestros días. Muchos hacen suyas, sin saberlo, las palabras del antiguo Faraón de Egipto: « ¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz?» (Éxodo 5:2).
Esta pregunta es la expresión del ateísmo, de la indiferencia, o de una fe superficial que rehúsa profundizar en el conocimiento de Dios. No sólo hay imágenes falsas de Dios, hay también falsos conceptos que reducen a Dios a una mera abstracción filosófica; y eso, por supuesto, lleva al fracaso todo esfuerzo por conocer a Dios. Aun en los casos en que el concepto filosófico pudiera tener algo de positivo, siempre es insuficiente.
A pesar de todos los errores, el hombre no puede librarse por completo de la idea de Dios. A veces ni siquiera puede evitar que se le escape de los labios su nombre, que está por encima de todo nombre, aunque muchas veces se haga de modo inconsciente.
En el libro del profeta Jeremías (9:23–24), leemos palabras que debieran ser tomadas seriamente en consideración por todos, porque en contraste con los valores humanos tan apreciados por la sociedad de todos los tiempos, hallamos el valor supremo: «Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová».
Pensamiento del día:
No hay necedad mayor que negar la existencia de Dios.