Asumir responsabilidades acerca de lo que nos ocurre no es cosa simple.
Cuando los resultados son buenos y esperados, nos hacemos cargo del éxito y de lo bueno y maravillosos que nos creemos. Pero cuando nos equivocamos o las consecuencias no son tan eficaces, posiblemente resulte más fácil echarle la culpa al otro.
El ego y el “amor propio” nos juegan a veces una trampa en la que deslizamos nuestra posibilidad de implicarnos en los asuntos. Al errar, nos sentimos inferiores, juzgados y también avergonzados. Desde el Edén, el ser humano practicó este mecanismo.
Si Bien Adán y Eva desobedecieron al mandato de Dios juntos, al comer del Único fruto que no debían comer, Adán explica su error diciéndole al Creador:”
La mujer que me diste, me tentó y yo comí” Desde ese día hasta hoy, miles de años después, seguimos respondiendo de la misma manera ante algunas situaciones que nos comprometen. Así le sucedió a un hombre que, al bajar de las escaleras, dio un traspiés y rodó hacia abajo haciendo un ruido terrible. Cuando la mujer desde arriba le preguntó qué había sucedido, él le dijo: Fue el abrigo que se cayó. _ ¿Y el ruido? _ Ah!! Fue el abrigo conmigo adentro.
El error consiste en pensar que un fracaso nos define como personas. Tanto lo que nos sale bien, o no tanto, no le dan valor a lo que somos.
Es en esta zona vulnerable de nosotros mismos que en vez de revisar lo que nos sucede, muchas veces ponemos el problema “Afuera o en otros”. Culpamos, responsabilizamos a los demás y perdemos la capacidad de autocrítica como una gran oportunidad para crecer personalmente y aprender para el futuro.
Las personas que viven proyectando sus faltas hacia afuera, nunca podrán implicarse de manera responsable. Por eso, Jesús, conocía las fluctuaciones del corazón humano ante las situaciones de alta tensión. Así perdonó a Pedro y lo miró con amor cuando éste le negó antes de la cruz. Luego, lo restauró, le devolvió la dignidad que él creía haber perdido y lo enfocó hacia un nuevo proyecto de vida.
Pensamiento del día:
Culpar a los demás es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida y distraernos de ella.