Son variadas las manifestaciones culturales que pintan la historia del hombre por todo este gran planeta, pero algunas sobrepasan lo imaginable.

En Cuzco, Perú, cuna de civilizaciones incaicas, una costumbre ha perdurado por los siglos. Anualmente, los habitantes de aquella ciudad que tienen pleitos pendientes, se encuentran en un gran lugar llamado: “la plaza de ajuste de cuentas”.

¿Qué hacen? Simplemente, van pasando de dos en dos, sean hombres o mujeres, y arreglan sus asuntos personales, sus ofensas y desarreglos a los golpes.

Un juez hace de árbitro obviamente, impidiendo que la cosa acarree consecuencias de vida o muerte y, valiéndose de un látigo, los separa al cabo de un tiempo si la pelea se prolonga. Golpes, trompadas, patadas, sangre e insultos, son el espectáculo de miles de personas que acuden de todas partes del mundo para presenciar semejante barbarie. Cuando se sacaron bien las ganas, se levantan, se dan la mano y “aquí no ha pasado nada”, tan amigos como siempre.

¿Puedes creerlo? Si funciona o no, no lo sé. Tal vez a alguno le resulte. Lo que sí sé es que está muy lejos de la regla del Sermón del Monte que Jesús recomendó a sus discípulos.

Es interesante notar que la palabra “pacificador”, en el idioma original griego que fue escrito, significa: “hacedores de paz o los que trabajan por la paz”.

Es que el oficio más noble que el ser humano pueda escoger es justamente este, el de pacificador o hacedor de paz. Implica trabajo, esfuerzo, porque la paz no viene por sí sola.

La tendencia natural es al caos, al desorden y al pleito, que tienen como cuna la naturaleza humana.

Vengarse, golpearse y devolver mal por mal sólo degrada más el ser humano. Dedícate a perdonar, a trabajar en favor de la paz, no a criticar y a herir. Sólo así, dice Jesús, serás llamado “Hijo del Dios altísimo”.

De lo contrario serás desprestigiado. “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa” Proverbios 19:11

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Ojo por ojo… y todos acabaremos ciegos.