Figúrate esta escena. En una ruta interprovincial, un alud de tierra ha obstruido el paso para los vehículos.
Una larga fila de malhumorados conductores, esperan nerviosos que el municipio envíe la maquinaria apropiada para remover la tierra y permitir que el tráfico fluya con normalidad.
Pasan las horas. Llega la noche, y… ¡Nada! Ni noticias de que se vaya a abrir el paso. Hasta que de los primeros vehículos sale una persona y comienza a correr emocionadamente diciendo a los demás conductores que ya han abierto el paso, que avancen.
Pero algunos no creen, pues no vieron que vehículos hayan pasado a su lado en dirección contraria. Tampoco vieron pasar a su lado los tractores y la maquinaria pesada en horas de la noche… Algunos se salen de la fila y avanzan, otros no.
Se acomodan en sus asientos para completar las horas de sueño que les falta, en espera que en las primeras horas de la mañana lleguen esas máquinas. Así, se niegan a creer.
Esta escena culmina con un nuevo alud de tierra más grande que el anterior. ¿Quiénes se salvaron? Los que salieron de la zona de riesgo. ¿Los demás?… No hace falta que te lo explique, ¿verdad?: SE-PUL-TA-DOS.
Desde los albores de la humanidad, la realidad del pecado en el corazón y en el mismo ser de cada hombre que nace, se hace manifiesto por la conducta pecaminosa y por esa tendencia a lo prohibido que les caracteriza. Esto fue un gran problema, hasta que llegó el día en que Dios dividió la historia de humanidad en dos.
Encarnado en la persona de su Hijo Jesús, vino a decirnos que la enemistad que hasta entonces reinaba, consecuencia de esa gran montaña de pecados, ya había sido removida, el paso a su presencia ya estaba nuevamente abierto, como lo era antes de pecar, en aquel paraíso perdido del Edén. Sí.
En aquella cruz de Calvario, Dios reconcilió consigo mismo al mundo en Cristo, no tomándoles en cuenta sus pecados y dejando el acceso libre a todo aquel que cree.
Yo creí. Algunos amigos míos creyeron, otros siguen creyendo. Y tú… ¿Te quedarás en la fila de los incrédulos esperando que el alud te sepulte?… Hoy es le día de la salvación. ¡Muévete!
Pensamiento del día:
El que cree en el Hijo será salvo, pero el que se rehúsa a creer se condena a sí mismo. (Jesús)