Ezequiel, el escritor del libro de Lamentaciones, tenía muchos motivos para la depresión, puesto que la ciudad de Jerusalén había sido capturada por sus enemigos y parecía que no podía haber ningún futuro para el pueblo de Dios.

Sin embargo, sabía que su única fuente de verdadera felicidad se encontraba solo en Dios, por lo cual escribió: “Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por lo tanto en El esperaré.” (3:24) Ya hemos visto que Dios concede a los que depositan la fe en Él, todo cuanto poseen.

Las cosas que Dios les da traen felicidad, tal como la tubería trae el agua. Pero hay ocasiones cuando el suministro de agua se suspende, y es necesario sacar el agua directamente del pozo.

En una manera semejante, cuando las cosas que Dios nos da se suspenden, tenemos que ir a la fuente de la felicidad; es a saber, Dios mismo.

Con el transcurso del tiempo, irás descubriendo que la fuente de felicidad verdadera es Dios mismo. En el cielo Dios será la única fuente de felicidad.

Aún aquí en la tierra podemos comenzar a disfrutar esta felicidad que se encuentra solo en Dios.

Los creyentes miran hacia adelante, al tiempo cuando estarán en el cielo, pero en otro sentido, ya disfrutan del cielo ahora.

Mientras tanto, toda la experiencia que tienen de Dios en este tiempo les satisface completamente, porque no tienen ninguna necesidad que Cristo no pueda suplir.

Esta clase de felicidad viene solo cuando hay paz dentro de una persona, Sabemos que el hecho de que poseemos esta paz y esta felicidad en nuestros corazones indica que disfrutaremos de la paz y la felicidad del cielo.

Este conocimiento es lo que capacitó a muchos creyentes para morir valientemente en lugar de negar la fe, porque tenían su mirada puesta en cielo.

Pensamiento del día:

Vivir con los ojos puestos en el cielo nos adelanta el disfrute, aunque aún tengamos nuestros pies sobre la tierra.