Dice Dios en Su Palabra, que al hambriento todo lo amargo le sabe dulce, pero el hombre saciado desprecia el panal de miel.

Creo que muchos y muchas hoy dicen no encontrar a Dios en sus vidas o no ver Su obrar porque están literalmente llenos de otras cosas, de “sus” cosas.

Si observas, no le resulta muy difícil al hombre de la calle, al indigente, al marginado, encontrar algo de comida en su barrio. Un cesto de basura, la caridad de algún dueño de alguna tienda, o simplemente un trozo de pan que descuidadamente cayó al suelo. Al mismo tiempo, el que desayunó abundantemente, pasa por los mismos lugares y ni siquiera nota ese trozo de pan. ¿Qué es lo que hace la diferencia?… Pues el hambre.

Nada más que el hambre. ¿No será que no logras ver a Dios porque no sientes real necesidad de Él? Tal vez pasas a diario a su lado o Él al lado tuyo y ni si quiera lo notas. Entonces concluyes que a Él no le interesas cuando es todo lo contrario. Estamos tan saciados de nuestras propias preocupaciones, de nuestras luchas personales, de nuestros gustos y de nuestros derechos que no queda ni tiempo ni espacio para Dios.

Él quiere llenarte, pero para eso debes primero vaciarte de ti mismo. Juan el Bautista lo comprendió cuando exclamó: “Para que Él crezca dentro de mí debo primero mermar yo”.

Si no ves a Dios intervenir en tu vida es porque no le estás buscando con verdadero hambre espiritual. Dijo Jesús: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos (y nada más que ellos) serán los saciados.” Esa fue la experiencia del patriarca Jacob, de los tiempos bíblicos. Fue en Génesis capítulo 28 que expresó: “Qué asombroso es este lugar.

Es como la puerta de acceso a Dios, es como la entrada al mismo cielo. De hecho Dios estaba aquí y yo ni me había dado cuenta”. ¡Cuántas veces nos hemos perdido el privilegio de estar ante las mismas puertas del cielo y de Su presencia y, por estar tan llenos de otras cosas menos de Dios (que es lo mismo que estar vacíos), ni cuenta nos dimos!

Pensamiento del día:

Si no ves a Dios intervenir en tu vida es porque no le estás buscando con verdadero hambre espiritual.