De pequeños, nuestras maestras de la clase bíblica para niños nos mostraban la tan conocida lámina a colores donde Eva, la primera mujer, comía del árbol prohibido por Dios en el jardín del Edén. ¿Y Adán?, preguntábamos intrigados. “Bueno, estaba por ahí, trabajando en el jardín. Y Satanás aprovechó la oportunidad para hablar con Eva a solas y convencerla a que desobedeciera”… Pregunto: ¿en qué lugar dice la Biblia que Eva estaba sola?… Es verdad que en nuestras Biblias tradicionalmente aceptadas, no se menciona a Adán, pero en las versiones actuales más fieles al original bíblico por haber sido traducidas directamente de manuscritos casi originales encontrados hace medio siglo, claramente se expresa: “y Adán estaba también allí”. Entonces tienen sentido cantidad de otros pasajes de las escrituras que hacen referencia a aquel hecho trascendental, que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. ¿Por qué no hizo nada Adán? ¿Por qué no calló Eva y permitió que su esposo tome las riendas de la situación planteada por el tentador? Roles cambiados, autoridad no reconocida, actitud cómoda, en pocas palabras: DIVISIÓN INTERNA EN EL MATRIMONIO. No ha cambiado mucho el asunto hoy en día, ¿verdad? “Divide y triunfarás”, dijo el estratega militar Napoleón. En palabras similares, dijo el poeta argentino José Hernández: “Los hermanos sean unidos, porque esta es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devoran los de afuera”. Pero mucho más acertadas son aun las palabras del autor bíblico: “Mejor son dos que uno”.

Dios lo sabía, por eso formó el matrimonio, “No es bueno que el hombre ande solo”. Pero si no hay comunicación entre ellos y cada uno “atiende su juego”… Es ahí cuando Satanás saca ventaja. ¿Consecuencias?, vergüenza, miedo, culparse el uno al otro y una triste historia que se viene repitiendo hace ocho mil años en cada hogar que escoge vivir sin tener en cuenta al Creador de la familia y su manual de usuario la Biblia.

Pensamiento del día:

La autoridad que me han concedido debo administrarla y la que me han impuesto no debo menospreciarla.