Según el relato del Génesis, en el capítulo tres, Adán y Eva se iniciaban en la esfera de lo carnal, luego de desobedecer el consejo de Dios y escoger seguir el consejo de su engañoso corazón que comenzaba a susurrarle lo que era bueno y era malo. Cayeron en la seducción de Satanás y perdieron, por un trágico momento, la objetividad que ofrece una vida en obediencia incondicional a los preceptos divinos. En esencia era ese el fruto de aquel árbol prohibido, el tomar las riendas de la vida y comenzar a discernir entre el bien y el mal; ciencia que a partir de aquel mismo día le acarrearía nada más y nada menos que su misma muerte. La primera evidencia, la primera manifestación de aquella carnalidad recientemente instalada en sus corazones, fue la vergüenza, vergüenza propia y ajena. “Entonces sus ojos fueron abiertos y conocieron ambos que estaban desnudos”, narra el Génesis. Comenzaron a mirarse el uno al otro y a sí mismos con ojos despectivos. Sus cuerpos, diseño exclusivo de la mano de Dios, ahora eran objeto de su vergüenza. Una autoestima baja y una actitud discriminatoria hacia lo que Dios había creado fueron los primeros frutos de un corazón controlado por la carne. Y como este estilo de vida pasó a todos los hombres, hoy vemos a toda la humanidad infectada con este mismo flagelo: La censura, la autocrítica, el dedo acusador y la crítica burlona hacia las cosas de Dios. ¡Cómo duele, cómo destruye las relaciones entre amigos, pareja, hermanos y cristianos! Olemos a carne cada vez que juzgamos, cada vez que señalamos los defectos ajenos, y cada vez que nos anulamos al considerar nuestras propias fallas. Y lo que es peor, buscamos ridículas “hojas de higuera” para cubrir nuestra desnudez. Solamente aceptando como un regalo el vestido que Dios ofrece al cubrirnos con la misma piel de su Hijo, su justicia y su santidad, es que podremos salir de nuestro bosque de duda y temor en el que nos hallamos escondidos al Paraíso de Dios, a su Vida eterna y al disfrute de la comunión con nuestro Creador y Salvador.

Pensamiento del día:

La reacción más inmediata de un corazón carnal es avergonzarme y avergonzar a los demás.