A inicios de 1999, Ecuador sufrió unos de los niveles más altos de inflación de su estructura económica, hasta que, al cabo de algunos meses, su moneda: el sucre devaluó optando por dolarizar el país sin antes congelar los fondos de los ahorristas y declarar en quiebra algunos de sus bancos más fuertes. El mismo proceso se dio en Argentina, aunque sin llegar a la dolarización en los años 80 y 2004, devaluando varias veces su moneda debilitada y reteniendo los ahorros en cuentas bancarias. Este síndrome de hiperinflación y posterior devaluación su ha tornado una cultura en la mayoría de los países latinos y ha creado en sus habitantes un efecto de pánico ante la menor sospecha de futuras devaluaciones. ¿Qué haría usted si hoy se enterara que se aproxima otra devaluación de la moneda de su país y que su dinero pronto perderá valor? Obviamente que lo cambiaría por una moneda estable, que no sufra el deterioro que nuestras economías corruptas le imprime y se aseguraría sus bienes para el futuro, ¿verdad? Bueno, eso es lo que haría un sabio administrador de sus ganancias, y es eso lo que justamente Jesús se encargó de sugerir a los que le escuchaban aquel día: «No acumulen para sí tesoros en la tierra,  donde la polilla y el óxido destruyen,  y donde los ladrones se meten a robar. Más bien,  acumulen para sí tesoros en el cielo,  donde ni la polilla ni el óxido carcomen,  ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro,  allí estará también tu corazón.” Mateo 6:19-21. Si comprendiste el mensaje, la idea es que si inviertes tus posesiones en cosas eternas (conocer a Dios, compartir el evangelio a otros, ayudar al necesitado) estarás cambiando tus bienes en la moneda del cielo, moneda más fuerte que el euro, o el dólar y Dios te promete que, cuando pases de este mundo a su presencia, seguirás teniendo esas mismas riquezas transformadas en almas salvadas y coronas ganadas.

PENSAMIENTO DEL DIA:

Cambia tu moneda terrestre por moneda celeste, que es la mejor inversión.