Hay aparentes actitudes de humildad que no son más que la manifestación de un orgullo disfrazado. La humildad es más difícil de practicar de lo que parece. Necesitamos conocer la verdadera pequeñez de nuestras grandezas. Nunca somos tan grandes como cuando nos humillamos, nunca somos tan insignificantes como cuando vanamente nos enorgullecemos. Disfrazamos esa tendencia natural y crónica que data desde tiempos edénicos a creernos más de lo que somos. Lo hacemos con una aparente fachada de humildad cuando en realidad anhelamos prestigio, reconocimiento y aplausos. Cierto día un predicador bajó del escenario y una hermana se le acercó y le dijo. “Lo felicito, pastor, nadie predica como usted”, a lo que el hombre le respondió: “Gracias, Satanás acaba de decirme lo mismo.” Si no estamos alertas contra este sutil flagelo seremos consumidos paulatinamente por sentimientos de envidia y celos hacia aquellos que creemos superiores o más bendecidos que nosotros. Pedro, confundido, quiso pasar por el más humilde cuando en realidad quería aparentar humildad que no es otra cosa sino orgullo. “No tendrás parte con migo”, fue la tajante respuesta del Maestro, porque en Su Reino no hay lugar para este tipo de predisposiciones. El orgullo es sumamente peligroso por la capacidad que tiene de pasar inadvertido, se disfraza. Es como algunos virus mortales para la humanidad que cuando son detectados ya es demasiado tarde. Ni exámenes, radiografías, o tratamientos lograron detectarlo, pero estaba allí, tan mortal y nocivo como siempre. Hasta que aflora en algún acto de ira o arranque de celos y nos espanta hasta a nosotros mismos.

Es entonces cuando debes, con la asistencia inequívoca de la Palabra de Dios y su Espíritu, tomar las medidas necesarias para sanearlo y erradicarlo. Cuando somos poseídos por Espíritu de Aquel que fue manso y humilde de corazón, entonces hallaremos el verdadero descanso, porque una vida de comedia agota luego de cada función.

Pensamiento del día:

Tengo razones para ser humilde sin embargo no conozco ni la mitad de ellas, y también sé que soy orgulloso sin embargo no conozco ni la mitad de mi orgullo.