El solo hecho de compartir de Cristo con alguien, no hace que ese alguien llegue automáticamente a ser salvo. Ponga atención a lo que dice Efesios 1:13 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”
Según este versículo, para ser salvo, o lo que es lo mismo, para ser sellado con el Espíritu Santo de la promesa, es necesario primeramente oír la palabra de verdad, o el evangelio de salvación. Esto de oír no solamente se refiere a percibir sonidos.
Se refiere más bien a asimilar el contenido del mensaje del evangelio. En estas condiciones el hombre pecador reconocerá que es pecador y que por tanto está separado de Dios. Reconocerá que como pecador está en peligro de recibir castigo eterno. Que Dios ama al pecador y por ese amor dio a su Hijo unigénito para que muera en lugar del pecador. Reconocerá que Jesucristo murió por él y resucitó de entre los muertos. Habiendo reconocido todo esto, el hombre pecador necesita creer o confiar en lo que el evangelio declara.
Es decir, hace falta una decisión voluntaria por parte del hombre pecador, por la cual recibe a Jesucristo como Salvador. Note lo que dice Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Solamente cuando el hombre pecador recibe por la fe a Cristo como su Salvador, llega a ser salvo. Lo que haya sido ese hombre pecador en el pasado, a Dios no le interesa. Cuando el hombre pecador recibe a Cristo como su Salvador. Dios le perdona de todo su pecado, tanto los pecados que cometió antes de recibir a Cristo como Salvador. Como los pecados que tal vez cometerá después de haber recibido a Cristo como Salvador.
Es por este motivo que el hombre pecador tiene vida eterna desde el mismo instante que recibe a Cristo como Salvador. Nada ni nadie puede arrebatar la vida eterna a este pecador justificado por la fe. Romanos 8:37-39 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada no podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Muy bien. Ahora, su dilema, hasta donde yo puedo entender, tiene que ver con una situación en la cual una persona afirma que ha recibido a Cristo como Salvador. Pero sigue viviendo en el pecado en el que estaba antes de recibir a Cristo. No ha habido ningún cambio en su conducta. Se pregunta ¿Será salva una persona así? Bueno, el nuevo nacimiento, cuando es genuino, resulta inevitablemente en un cambio de conducta. El recién nacido espiritualmente tendrá una nueva mente para conocer a Dios, tendrá un nuevo corazón para amar a Dios y tendrá una nueva voluntad para obedecer a Dios.
Ciertamente que algunos hábitos pecaminosos tardan un tiempo en ser corregidos en el nuevo creyente. Pero siempre habrá una tendencia a dejar lo que era propio de la vida antes de recibir a Cristo como Salvador. Cuando no hay ningún cambio en la conducta y la vida se caracteriza por una práctica constante del pecado, es muy dudable, por no decir improbable, que haya habido un nuevo nacimiento.