Doy gracias a Dios por su deseo de ser un fervoroso e incesante intercesor. Si hubiera más creyentes así, este mundo sería muy diferente a lo que es hoy.
Lo primero que me gustaría recomendar es que sinceramente pida a Dios que le permita ver a la gente de este mundo tal cual como Dios los ve. Sólo así comprenderá por qué lloró Nehemías cuando se enteró de la situación de sus paisanos en Jerusalén. Sólo así comprenderá a todos los grandes hombres de Dios que derramaron lágrimas de compasión por la gente que está sin Cristo en el mundo. Será muy difícil que experimente fervor en la oración si no tiene un peso en su corazón por los millones que ciegamente se encaminan a su castigo eterno.
Segundo, dependa del poder del Espíritu Santo. Un creyente puede ser muy fervoroso en la oración, pero si su oración no está bañada en el poder del Espíritu Santo no va a tener ningún poder. Las palabras más débiles pero guiadas por el Espíritu Santo tienen el poder de conmover el cielo. Romanos 8:26 dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” No desperdicie esta obra maravillosa del Espíritu Santo a su favor.
Tercero, sea lleno del Espíritu Santo. Esto es algo que depende de cada creyente. Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” Para ser lleno del Espíritu Santo necesita conocer y obedecer lo que dice la palabra de Dios. La llenura del Espíritu Santo está en directa proporción a su obediencia a lo que Dios dice en su palabra.
Cuarto. No entristezca al Espíritu Santo. Efesios 4:30 dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” No olvide que el pecado apaga o entristece al Espíritu Santo. Tan pronto cometa algún pecado, reconózcalo, confiéselo a Dios, y apártese de él. Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
Quinto, cultive la sana costumbre de encontrarse a solas con Dios. No hay problema con orar en grupo, ni con hacer una oración rápida antes de comer o antes de acostarse o antes de hacer algo particularmente importante, pero nada de esto reemplaza a dedicar lo más del tiempo que pueda para estar a solas con Dios en oración.
Tal vez este sea el obstáculo más grande que impide una vida ferviente y persistente de oración. Preferimos hacer la obra de Dios en lugar de estar a solas con el Dios de la obra. Elegimos asistir a las reuniones de la iglesia en lugar de estar a solas con Dios. Priorizamos mirar la televisión en lugar de estar a solas con Dios. ¡Qué Dios nos perdone! J. C. Ryle confesó: “Gastamos nuestra fortaleza espiritual y nos olvidamos de renovarla. Se nos multiplican los compromisos y ahogan la oración.
Trabajamos cuando deberíamos orar, porque para una mentalidad activa, trabajar es mucho más fácil que orar. El siervo a quien el Espíritu Santo usará más es aquel que resiste ser esclavo de la sobre actividad. Debemos procurar estar a solas con Dios aun cuando los demás nos juzguen mal tildándonos de místicos. Que por la gracia de Dios estos consejos le ayuden a ser un fervoroso e incesante intercesor.