Cuando una persona trabaja ocho horas al día y recibe un pago justo por su tiempo, eso se llama salario.
Cuando una persona compite con otra y recibe un trofeo por su desempeño, eso es un premio. Cuando una persona recibe un reconocimiento apropiado por sus muchos años de servicio y sus altos logros, eso es un reconocimiento.
Pero cuando una persona no es capaz de ganarse un salario, ni de ganar un premio, y ni merece reconocimiento vemos un cuadro del favor no merecido de Dios.
Esto es lo que estamos tratando de decir cuando hablamos de la gracia de Dios. (tomado de ilustraciones bíblicas)
El amor incondicional de Dios hacia nosotros se llama Gracia. Es a la vez el poder motivador que nos impulsa a seguir confiando y creciendo en conocimiento de Su Persona.
La palabra gracia es una de las más hermosas de toda la Biblia. Nos conecta con lo más profundo del corazón de Dios y con su manera de mirarnos, de amarnos y darnos cada día una nueva oportunidad para volver a empezar.
Desde el Edén, ese proyecto perfecto del Creador al darle vida a la raza humana, fue alterado por el pecado. Todo lo que se parecía a su imagen y semejanza fue interrumpido por la desobediencia, el orgullo, la mentira y el deseo del hombre de ser como Dios.
Sin embargo, así como crecía la rebeldía desde la Tierra se manifestaba GRACIA desde el cielo eternamente. Creo que nuestras mentes limitadas por la finitud, no alcanzan a comprender completamente este don divino.
Somos “Disfrutadores” inmerecidos y bendecidos por su alcance. Su efecto en la vida siempre es reparador, restaurador y vivificante. Su Gracia nunca nos decepciona ni tampoco nos deja en deuda.
NO comprendemos la Gracia de manera total, pero Dios SÍ la aplica completamente.
Entramos en la esfera de Su Gracia por la fe en la obra de Jesús. Dice la Biblia que tenemos “Acceso” Esta posición espiritual a la que entramos por creer, nos permite libremente y continuamente estar en esa esfera espiritual amparados, restituidos en la relación con Dios y seguros de la eternidad.
Pensamiento del Día:
Nunca vamos a caer tan bajo que la Gracia de Dios no pueda alcanzarnos. (Philip Yancey)