Fueron sus últimas palabras: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Y expiró. Creo que no hace falta presentación, ¿verdad? Eso no es morir en el sentido más estricto de la palabra como la concebimos nosotros, los humanos. Mayormente asociamos el concepto de muerte con cese de actividad, final absoluto de toda oportunidad y fin de la historia. Pero las palabras de despedida del nazareno colgando de aquella cruz huelen más a separación que a aniquilación. Él estaba encomendando su ser espiritual a una nueva dimensión de vida en comunión íntima con el Padre. No dijo: “Aquí se acabó todo”, al contrario, dijo: “Ahora comienza algo nuevo”. Esa Novedad de vida es propuesta también a cada uno de sus seguidores. De manera tajante las revolucionarias doctrinas del N.T. nos desafían a identificarnos con la muerte de Cristo y a vivir una vida nueva, poderosa, resucitada, vigorizada por su mismo ser habitando en nuestro interior.
No podemos disociar el concepto de entrega, renuncia y sacrificio, de nuestra vida cristiana. Obvio que nunca faltarán esos falsos seguidores de Jesús que practican un cristianismo light, fácil, cómodo, sin compromiso. Esos que te gritan: “¡Bájate de la cruz!” ¿Te suenan familiares esas palabras?… Él permaneció fiel a sus principios y convicciones desde los inicios de su encarnación hasta el final, a pesar de la oferta seductora de aferrarse a su vida y salvarse a sí mismo. Escogió el estilo de vida que entrega, que muere, que renuncia a la idea de sujetar fuertemente la vida con sus propias manos, para escoger entregar su vida en las manos del Padre.
¿Y tú? ¿Y yo? ¿Y nosotros?… ¿Seguiremos bajándonos de la cruz cada vez que los clavos duelan, que las espinan hinquen y que las burlas aumenten? ¿No será hora de morir a ese estilo de vida egoísta y entregarnos por la fe en las manos de Aquel que nos puede enseñar a vivir, pero a vivir de verdad?…
Pensamiento del día: Tu vida en tus manos, o en Sus manos. Eso hace la diferencia.