El hombre y la mujer fueron creados para agradar a Dios, y Dios ofrece el recurso de la fe para alcanzar dicho propósito de vida.
Porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6) Basándome en tal verdad es que creo que hay dos clases de personas en la vida: Los que se esfuerzan por “adivinar” lo que les sobrevendrá, y los otros, los que confiados en Dios disfrutan del viaje de la vida sabiendo que Dios prepara su futuro.
Los primeros son víctimas del afán y la ansiedad propia del día de mañana, los segundos vivimos por la fe. (Habacuc 2:4) Cuando viajamos en tren, a veces vamos sentados con el asiento enfrentado mirando hacia la parte posterior del vagón.
No vemos hacia delante. Solamente observamos el lugar donde acabamos de pasar, donde ya estuvimos. En realidad viajamos viendo el pasado. No podemos ver lo que está por venir, apenas si podemos imaginarlo. Pero nada más. Lo mismo con tu experiencia y con la mía.
Viajamos de espaldas por la vida. Vemos lo que ya pasó y, basándose en eso, podemos deducir lo que vendrá, pero no muy claramente. Para eso necesitamos la fe, que es la certeza de que lo que no vemos, pero esperamos ¡Llegará! ¿Qué garantía tienes de tu futuro?… “¡NINGUNA! Es por eso que vivo aterrado.” ¿Deseas la tragedia como meta en tu vida? “Obvio que no. Pero muchos que tampoco la han deseado hoy lamentan su trágico final”… Bueno, quizás sea hora de cambiarte al tren correcto.
En el que todos viajan vas sentado de frente, y lo que está ante tus ojos es un barranco profundo, un camino sin salida que acaba en un precipicio. Cuanto más te esfuerzas en mirar más te asustas, ¿verdad? Pero en el tren de los justos por la fe, se viaja de espaldas.
Miramos lo que ya pasó y aprendemos de ello. Disfrutamos del paseo con nuestros compañeros de viaje y encomendamos el destino de nuestras almas a nuestro Fiel Creador. ¿El ticket para abordar dicho tren? Ningún otro que la fe.
Fe en el Hijo de Dios, quien te amó y se entregó a sí mismo por ti. Súbete ahora.
Pensamiento del día:
En realidad viajamos viendo el pasado. No podemos ver lo que está por venir, apenas si podemos imaginarlo.