Una escena típica que hemos vivido todos aquellos padres que hemos criado hijos, es el hecho de llevarlos a la fiesta de cumpleaños de alguno de sus amiguitos y, apenas llegas a la fiesta, te recibe el cumpleañero con la típica pregunta: “¿y mi regalo?… ¿Qué me trajiste de regalo?”…
Algunos niños hasta se enojan e impiden el ingreso a su fiesta de no portar regalo alguno. Es entonces cuando aparece la mamá del niño y se disculpa e intenta explicarle a su hijito que eso no es tan importante, que lo importante es que su amiguito vino.
¡A veces la escena hasta termina con llantos y gritos! (Escena de niños mal criados, obvio). Es un típico suceso infantil e intrascendente. Sí. Pero los adultos actuamos tan inmaduramente, muchas veces, en nuestra relación con nuestro Padre Dios.
Él llega a nuestro encuentro cada vez que le buscamos en oración y ruego, o que acudimos al culto, y su corazón experimenta la misma emoción que nosotros sentimos ante el desprecio a nuestros hijos, pues lo único que nos interesa de Él es su regalo, su bendición, la respuesta a mi (muchas veces egoísta) petición. La misma pregunta: “¿Y mi regalo?”…
Parecería que valoramos más la respuesta de Dios que al Dios de la respuesta. Que anhelamos más la bendición de Dios que al Dios de la bendición.
Hoy observamos cierto cristianismo emocional y aprovechado, que persigue más a la bendición que a Dios. Si obtengo lo que deseo, voy a la iglesia, de lo contrario, sino no colman mis expectativas, pues simplemente esa iglesia no me sirve y busco otra donde me ofrezcan una mejor y más tentadora promesa de prosperidad y éxito. Hoy se busca la auto satisfacción por sobre la gloria a Dios.
Es la religión del “dame, dame”, antes de la verdadera devoción de la entrega, la renuncia y la búsqueda honesta y consagrada de Dios por la fe en su Hijo.
¿Te duele el desprecio que le hacían a tu hijo? También a Dios le duele el desprecio que le hacemos cada vez que vamos a Él solamente por recibir lo que queremos, (que muchas veces no es lo que necesitamos).
Pensamiento del día:
¡Qué bueno que Dios no nos da siempre lo que pedimos sino lo que necesitamos!