Siendo que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, no podemos ser negligentes con él, por tanto, debemos prodigarle el cuidado que sea necesario aun cuando ese cuerpo esté enfermo de muerte.
Los médicos entienden muy bien este asunto y por eso luchan por la vida de sus pacientes hasta el fin. Es necesario echar mano de cualquier cuidado que esté disponible para preservar la salud del cuerpo y dejar que la muerte llegue cuando Dios quiera que llegue. Mientras llega la muerte es necesario reconocer que Dios tiene un propósito para todo lo que sucede. No debemos preguntar a Dios el por qué, sino para qué. De seguro que Dios quiere enseñar cosas que de ninguna otra manera se podría aprender, así como lo hizo con Job. Se debe también recordar la promesa de Dios de no probarnos más allá de lo que podemos soportar.
Además, Dios da la salida de la prueba para que no nos desanimemos pensando que siempre va a ser así. Después de la noche siempre hay un mañana. La salida bien podría ser una sanidad milagrosa llevada a cabo directamente por Dios, pero si se está haciendo todo lo posible para acelerar la muerte, a lo mejor se está impidiendo que Dios haga el milagro que podría hacer en la salud. La salida bien podría ser también la llegada de la muerte para experimentar el perfecto alivio, la perfecta paz, la perfecta dicha en el cielo. No se debe olvidar que la muerte no es derrota para el creyente. Es victoria porque eso significa gozar de todas las promesas que Dios ha hecho en su palabra. Si se está acelerando la muerte por medio de descuidar el cuerpo de manera que la enfermedad incurable avance sin impedimento, se está en cierto sentido jugando con algo que para Dios es altamente estimado.
No olvide que la Biblia dice que estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. Por último, aunque ciertamente que partir para estar con el Señor en el cielo es muchísimo mejor, según las palabras del apóstol Pablo, sin embargo, el mismo apóstol Pablo dijo algo importante a versículo seguido. Permítame leer Filipenses 1:24. Dice así: “Pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” Claro, dejar este valle de lágrimas que es el mundo, es atractivo en medio de una grave enfermedad, pero el creyente no debe manejarse por lo que más le gusta o por lo que más le garantiza comodidad.
El creyente debe manejarse por lo que Dios quiere. Por eso Pablo dijo que, para él, quedarse en la carne, o vivir en su cuerpo en el mundo, a pesar de todo lo que estaba sufriendo como prisionero, era más necesario. Parece muy atractivo acelerar su muerte descuidando la salud, porque así se libraría de una enfermedad incurable, pero no hay que olvidar que, quedar en la carne es más necesario para cumplir con lo que Dios quiere. En resumen, es necesario clamar a Dios por fortaleza, por buen ánimo, por firmeza en la prueba, por sanidad milagrosa de parte de Dios, y mientras se hace todo esto, se debe aprovechar de toda la ayuda que proveen los médicos y las medicinas para tratar cualquier enfermedad aun cuando sea incurable.