Gracias por su consulta. El ayuno es simplemente la abstención voluntaria de ingerir alimentos. Algunos ayunan para mejorar su salud. Dicen que el ayuno periódico ayuda a desintoxicar el cuerpo humano. Otros ayunan voluntariamente para bajar de peso, pero todos entendemos que no nos interesa mucho los beneficios físicos, sino los beneficios espirituales.
Básicamente, en la Biblia se ve al ayuno como una forma de humillación voluntaria. Salmo 35:13 dice: «Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; afligí con ayuno mi alma, y mi oración se volvía a mi seno»
David quería identificarse con el dolor por gente que él conocía y estaba enferma. Por eso se vistió de cilicio, que es una forma de humillarse, pero note que el ayuno también estaba presente. El ayuno aclara y libera nuestras mentes para entender lo que Dios está diciendo a nuestros espíritus. Esto condiciona nuestros cuerpos para llevar a cabo su perfecta voluntad. Al perseverar a través de las molestias físicas iniciales y mentales, experimentaremos una calma de alma para concentrarnos en las cosas de Dios sin que ni siquiera los apetitos legítimos del cuerpo interrumpan la dulce comunión con el Señor. Esto fue lo que pasó con el Señor Jesucristo cuando ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y lo mismo con Moisés y con Elías. Ellos llegaron a un punto, cuando el ingerir alimento dejó de ser atractivo en comparación de la delicia de la comunión con el Señor. En estas circunstancias, la persona que ayuna se hará más dócil a la guía del Espíritu Santo. Interesante que después de que el Señor Jesucristo terminó de ayunar, dice el Nuevo Testamento en Lucas 4:14 que Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. El ayuno trae avivamiento personal y agrega poder a nuestras oraciones. Esto último tiene su explicación en el hecho que ayunando nos ponemos más sensibles a la guía del Espíritu Santo y podemos discernir mejor la voluntad de Dios en determinado asunto y en consecuencia podemos orar a Dios en su voluntad, mas no en nuestra voluntad. La palabra de Dios garantiza que todas las oraciones hechas en la voluntad de Dios van a ser respondidas favorablemente por Dios. En esto me gustaría señalar que el ayuno no es la forma de torcer el brazo de Dios para obligarle a que haga lo que nosotros queremos. El ayuno no es para chantajear a Dios en otras palabras. El ayuno no hace que automáticamente cualquier oración nuestra va a ser respondida por Dios favorablemente, pero nos da la oportunidad de concentrarnos en adorar, auto examinarnos delante de Dios, confesar cualquier cosa que esté mal en nuestras vidas, pedir a Dios perdón por ello y discernir la voluntad de Dios para nuestras vidas de modo que podamos pedir a Dios cosas conforme a Su voluntad. En este escenario de cosas, Dios siempre hará algo especial en la persona que ayuna, bien sea internamente o externamente o ambas cosas. Es el resultado de negarse a uno mismo y enfocarse en su amor, en la adoración, en la fe, y en la obediencia solamente en Él. El centro del ayuno debe ser Dios.