Quiero pedirles una aclaración sobre un punto bíblico. Me refiero a Esaú. Me gustaría conocer su punto de vista sustentado en la autoridad de la palabra de Dios en cuanto a si fue salvo o no. Me parece que por el hecho de cambiar su primogenitura por un plato de lentejas, aunque después procuró con lágrimas el perdón, nunca fue restaurado y por tanto está en el infierno.
Permítame primero hacer una brevísima reseña histórica de este personaje, Esaú. La Biblia relata en Génesis 25 que cuando Isaac tenía cuarenta años, tomó por mujer a Rebeca, quien resultó ser estéril. Isaac oró a Jehová sobre esto y Jehová contestó afirmativamente esta petición. Rebeca no solo que concibió de Isaac, sino que además concibió gemelos. Antes de nacer, estos gemelos luchaban entre ellos en el vientre de Rebeca.
Rebeca consultó a Jehová sobre esta situación y Jehová dijo que había dos naciones en su seno y que esas naciones están opuestas la una a la otra, pero que una nación será más fuerte que la otra y que el hijo mayor servirá al hijo menor.
Cuando nacieron, el que salió primero, o el primogénito era rubio y todo velludo, por eso le llamaron Esaú que significa velludo. El que salió segundo, tenía la mano trabada al calcañar de Esaú y fue llamado Jacob, que significa el que toma por el calcañar o el que suplanta.
Esaú resultó ser diestro en la caza y hombre de campo, pero Jacob era muy quieto, muy hogareño, dado a permanecer en su casa la mayor parte del tiempo. Isaac mostró favoritismo hacia Esaú y Rebeca mostró favoritismo hacia Jacob.
Una situación anómala que posteriormente desencadenó un grave conflicto en la familia de Isaac.
En cuanto a su carácter, Esaú vivía el presente. Su manera de pensar era que debía gozar de la vida mientras eso era posible. La típica manera de vivir del hombre del mundo: Comamos y bebamos que mañana moriremos.
Fiel a este modo de pensar, un día, regresó cansado del campo. Al entrar a la tienda donde estaba su hermano Jacob, percibió el delicioso aroma a comida que Jacob había preparado. Sin siquiera saber qué comida era, desesperado dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, no importa lo que sea, porque estoy muy cansado. Jacob, probablemente instruido por su madre Rebeca, vio en esta situación la oportunidad ideal para usurpar la primogenitura de Esaú. Le dijo entonces: Véndeme en este día tu primogenitura.
La primogenitura garantizaba un lugar de privilegio en la descendencia de alguien, no solo por beneficios materiales sino mayormente por beneficios espirituales. Pero Esaú no lo vio así. Lo único que le interesaba era llenar su estómago. Dijo por tanto a Jacob: He aquí, yo me voy a morir, ¿para qué pues me servirá la primogenitura?
En esto vemos el carácter de Esaú- Era un hombre totalmente mundano. Lo único que le preocupaba eran las cosas de este mundo, las cosas materiales. Jacob le hizo jurar y así Esaú vendió a Jacob su primogenitura.
Dice la Biblia que de esta manera, Esaú menospreció la primogenitura. Cuando Isaac llegó a viejo, quedó sin vista y llamando a Esaú le dijo: He aquí, ya soy viejo, no sé el día de mi muerte. Toma pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco y sal al campo y tráeme caza y hazme un guisado como a mi me gusta y tráemelo y comeré, para que yo te bendiga antes que muera.
Rebeca tenía la mala costumbre de oír las conversaciones detrás de las puertas y mientras Esaú se fue al campo de cacería, Rebeca instó a Jacob a engañar a Isaac para recibir la bendición que Isaac quería dar a Esaú. El plan era hacer un guisado de dos buenos cabritos y disfrazar a Jacob con la ropa de Esaú y cubrir las manos y cuello de Jacob con las pieles de los cabritos para que cuando Isaac le palpe le encuentre velloso.
Jacob cumplió al pie de la letra con el plan de Rebeca y el engaño se consumó. Así Isaac bendijo al menor, en contra de su voluntad. Cuando Isaac acabó de bendecir a Jacob, volvió Esaú de cazar, e hizo él también guisados y trajo a su padre y le dijo: Levántate mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga. Isaac debió haber quedado petrificado. Lo único que atinó a decir fue: ¿Quien eres tú? ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije y será bendito.
Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mi padre mío. Isaac seguramente recordó lo que Dios había dicho años antes, que el mayor servirá al menor y dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición. He aquí yo le he puesto por señor tuyo.
Esto hizo que Esaú aborrezca a Jacob y solo esperaba que muriera Isaac para matarlo. Esto hizo que Jacob huyera de la presencia de Esaú. Esto marcó un clímax en la decadencia de Esaú.
Mas tarde, sabiendo que hacía mal, Esaú tomó mujeres cananeas para sí, manifestando una vez más su carácter corrupto. Años después se reconcilió con Jacob, pero más por el interés de las cosas materiales, porque Jacob colmó de presentes a Esaú para ablandar su corazón.
Esta es la trágica trayectoria de este hombre que miraba solamente lo terrenal y jamás puso su mirada en algo que tuviera que ver con lo celestial. Si la Biblia dijera solamente esto sobre Esaú, quizá nos quedaría algo de duda en cuanto a si fue salvo o no, porque a pesar de ser tan mundano, tan materializado, quizá pudo haberse regenerado posteriormente, por fe en la palabra de Dios, para alcanzar salvación, porque la salvación no depende de cuan mala o cuan buena sea una persona, sino de cómo ha respondido esa persona, por fe, a la palabra de Dios.
Pero muchos siglos más tarde, un escritor del Nuevo Testamento hace una referencia muy interesante sobre Esaú. Me refiero al autor del libro de Hebreos, quien en Hebreos 12: 15-17 dijo «Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios, que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas»
El autor de Hebreos está tratando acerca del peligro de caer en la apostasía. La apostasía se refiere a conocer intelectualmente la verdad de la palabra de Dios, dar la apariencia, al menos temporal, de estar de acuerdo con esa verdad, pero en algún momento volverse en contra de esa verdad.
Esaú es el perfecto ejemplo de ello. Esaú fue un fornicario, ese fue su carácter. Llevó una vida de desorden en lo sexual. La impureza sexual está íntimamente relacionada con la apostasía. Esaú fue profano, esto significa que estaba totalmente ciego a las cosas espirituales, solamente le interesaba las cosas materiales y eso le condujo a vender su primogenitura por una comida.
Cuando se dio cuenta que dejaría de heredar la bendición, la procuró con lágrimas, pero no eran lágrimas de arrepentimiento sino de remordimiento porque no le interesaba el aspecto espiritual de la bendición sino solo el material. Por eso dice el texto que fue desechado y no hubo lugar para el arrepentimiento. Por todo esto, partiendo del hecho que Esaú fue un apóstata, porque su carácter lo delata y el Nuevo Testamento lo confirma, hoy por hoy tiene su parte en el infierno juntamente con todos aquellos que han rechazado la salvación en Cristo.