Recibí al Señor y me convertí en cristiana. Más o menos a los tres años de eso me bauticé en una Iglesia evangélica y realmente pensaba que ahí quedaba la cosa cristiana evangélica, pero con el pasar del tiempo he conocido que existen como las estrellas las denominaciones. Quisiera que Uds. me expliquen por qué y para qué existen las denominaciones y cómo sé yo si estoy en la denominación correcta.
Comenzaré por solidarizarme con Ud. por la incertidumbre en la que Ud. se encuentra ante la infinidad de denominaciones existentes entre los evangélicos.
Es por demás comprensible que una tierna creyente como es Ud. se halle confundida y tema involucrarse en algo que a lo mejor no es sano doctrinalmente hablando.
Bueno, nos pide una explicación de por qué y para qué existen tantas denominaciones. Sin que lo que voy a decir sea considerado como un ataque deliberado a las denominaciones, debo señalar que las denominaciones no tienen un fundamento estrictamente bíblico.
Más bien son algo que va en contra de la unidad de la iglesia de Cristo. Las denominaciones han dividido el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Hoy en día, no es suficiente decir soy hermano en Cristo. Casi siempre añadimos algún otro calificativo ya sea bautista o aliancista o Nazareno o metodista, etc.
Esto es equivalente a fraccionar la unidad que ya tenemos en Cristo los que somos de Cristo. Aún en el primer siglo, ya se estaban echando raíces para lo que tenemos hoy en día, pero esta conducta de la iglesia de Cristo fue severamente cuestionada por el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios.
1ª Corintios 3:1-9 dice: «De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, el Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, Sino Dios que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios»
En la iglesia de Corinto había celos, contiendas y disensiones. Esto fue el caldo de cultivo para que surjan las facciones dentro de la iglesia.
Una facción eran, digamos los paulistas. Eran los seguidores de Pablo. Otra facción eran, digamos los Apolistas. Eran los seguidores de Apolos. Entre las facciones no tenían buenas relaciones. Cada facción levantaba su propia bandera. Cada facción hacía la obra del Señor a su manera. Cada facción se jactaba de ser más espiritual que la otra. ¿No le parece que algo similar acontece hoy en día entre la infinidad de denominaciones que existe en la iglesia de Cristo?
Cada denominación levanta su propia bandera. Cada denominación hace la obra del Señor a su manera. Cada denominación se siente superior a las demás. Cada denominación piensa que está en la verdad y todas las demás están equivocadas.
¿Sabe lo que dijo Pablo al ver esta triste realidad? Les dijo: Hermanos yo no puedo hablarles como a espirituales sino como a carnales, como a niños en Cristo.
La división en la iglesia de Cristo es producto de la carnalidad de los miembros de la iglesia de Cristo. Pero Dios no nos llama a ser carnales sino a ser espirituales. Por tanto es deseable que no hagamos divisiones denominacionales en el cuerpo de Cristo que es la iglesia.
Cuando uno investiga un tanto el origen de algunas de las denominaciones existentes, va a encontrar que comenzaron cuando uno o más hermanos no pudieron ponerse de acuerdo sobre algo y acabaron por dividirse, llevando consigo a los que estaban de acuerdo con ellos.
Otras veces las denominaciones surgieron cuando alguien puso tanta importancia en algún asunto doctrinal secundario e hizo de ello su bandera de lucha. El triste resultado fue que algunos le siguieron y pronto vino a la luz una nueva denominación. Ante esto, lo deseable es no causar más división que la que ya existe en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Es hora de bajar las banderas denominacionales y elevar una sola bandera, la bandera de Cristo.
La consulta también tiene que ver con cuál denominación asociarse. Mi recomendación es que antes de comprometerse con alguna iglesia local, pregunte a qué denominación pertenece esa iglesia local. Una vez que lo sepa, investigue los distintivos o características doctrinales de esa denominación.
Es posible que la iglesia local en cuestión no esté afiliada a ninguna denominación. Si este fuera el caso, solicite a los líderes de esa iglesia local lo que se llama la declaración de fe, que no es otra cosa sino un documento en el cual la iglesia local pone por escrito lo que cree. Si los principios doctrinales son bíblicos y concuerdan en todo con lo que la Biblia dice, entonces siga adelante, esa es una buena alternativa.
Termino con una ilustración que viene bien a este respecto. Un creyente bautista tuvo un sueño. En el sueño se vio ante la puerta del cielo. Desde afuera preguntó: ¿Hay aquí metodistas? De adentro le respondieron: NO. Felizmente no soy metodista se dijo a sí mismo. Luego preguntó: ¿Hay aquí aliancistas? De adentro le respondieron: No. Gracias a Dios que no me hice aliancista, se dijo. Después preguntó: ¿Hay aquí nazarenos? No, le respondió la voz desde adentro. Que bueno que no soy nazareno, se dijo a sí mismo. Así por el estilo preguntó sobre todas las denominaciones que se acordaba. Finalmente se armó de valor y con voz trémula dijo: ¿Hay aquí bautistas? La voz desde adentro respondió: No. Aquí tampoco hay bautistas. Se quedó frío y añadió. ¿Entonces, quiénes están aquí? La misma voz le respondió: Aquí hay solamente redimidos por la sangre de Cristo.
Sí, fue solamente un sueño, pero ilustra el hecho que en el cielo no habrá divisiones denominacionales. Más vale entonces que nos acostumbremos a no hacer diferencias denominacionales aquí en la tierra.