Juan Wycliff fue un eminente erudito de la famosa universidad de Oxford en Inglaterra.
Su impacto en la historia ocurre entre los años 1324 a 1384. En esta época la Iglesia Católico Romana estaba atravesando por una de las peores de sus crisis debido a la corrupción en el sacerdocio en general y en el papado.
Entre los pocos que reconocían este hecho y estaban dispuestos a confrontarlo se encontraba Juan Wycliff. Fue así como llegó a ser un líder del movimiento para retornar a los principios bíblicos como la única norma de doctrina y práctica de la gente.
En los libros escritos por él como «El Reino de Dios» y otros hace énfasis en que el evangelio de Jesucristo es el único fundamento de la verdadera religión y que solo las Escrituras son la verdad.
Su doctrina apuntaba a dos aspectos importantes: la relación directa y personal del hombre con Dios y la responsabilidad directa y personal del hombre hacia Dios.
Enseñaba que toda la autoridad viene de Dios y que todos los que ejercitan autoridad son responsables ante Dios por el uso de la autoridad que él les ha encomendado. Esta doctrina se oponía frontalmente a las ideas prevalecientes en la época que justificaban la autoridad irresponsable de papas y reyes, y consideraban indispensable la actividad de los sacerdotes como mediadores entre el hombre y Dios.
Como es natural pensar, esta posición doctrinal de Wycliff originó una feroz y violenta oposición por parte de la iglesia católico romana, la cual se intensificó cuando Wycliff publicó en 1381 su negación documentada a la doctrina católico romana de la Transubstanciación, y de esta manera, asestó un contundente golpe a la misma raíz de los supuestos poderes milagrosos de los sacerdotes, para convertir la hostia en el cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo, con lo cual tenían dominado a un basto segmento de la población.
Pero la obra más importante de Wycliff fue dar acceso al pueblo de Inglaterra a la única fuente de doctrina verdadera, la Biblia, en una época en la cual la Biblia era de uso exclusivo del clero de la iglesia católico romana.
La traducción de la Biblia por parte de Wycliff al idioma común de la gente de Inglaterra operó una verdadera revolución en la mentalidad de la gente Inglesa. De esta manera se hizo patente que la palabra de Dios es una herramienta poderosa para la transformación espiritual y moral de la gente.
Wycliff fundó la más efectiva manera de diseminar la Biblia mediante la circulación de tratados y los viajes de predicadores itinerantes cuya única función era proclamar la palabra de Dios en el idioma que el pueblo podía comprender perfectamente.
La furia de la persecución hizo que Wycliff se vea obligado a salir de Oxford para refugiarse en Lutterworth, lugar que llegó a constituirse como el centro de instrucción bíblica para todo el país.
En la época de Wycliff era comúnmente aceptada la idea que las bulas o decretos papales tenían tanta autoridad como la misma Biblia, pero Wycliff dejó en claro que las bulas o decretos papales podían ser aceptados siempre y cuando estén en total concordancia con lo que dice la Biblia.
En su libro titulado «Acerca de la verdad de las Sagradas Escrituras» Wycliff mostró claramente que la Biblia es la palabra de Dios o la voluntad y el testamento del Padre. Enseñó que Dios y su palabra son uno. Cristo es el autor de las Sagradas Escrituras, las cuales son su Ley. El mismo se halla en las Escrituras, ignorar las Escrituras es lo mismo que ignorar a Cristo. Los efectos de las Escrituras demuestran su origen divino y su autoridad suprema.
Mediante la observancia de la pura Ley de Cristo, la Biblia, sin la contaminación de la tradición humana, la Iglesia creció rápidamente, pero cuando se introdujo la tradición humana y se puso a la par de la Biblia, la Iglesia comenzó a declinar constantemente.
La Biblia es infalible; otros maestros, aún el renombrado Agustín, son propensos a inducir al error. Poner por encima de la autoridad de la Biblia otros escritos o doctrinas o tradiciones u ordenanzas de origen humano no es otra cosa sino un acto ciego de presunción.
Wycliff también enseñó que en cuanto a la interpretación de las Escrituras, el Espíritu Santo es el divino maestro y por tanto todo aquel que tiene el Espíritu Santo en sus vidas está en capacidad de entender el significado de las Escrituras.
Esto fue contrario a la idea prevaleciente de la época según la cual solo los doctos estaban en capacidad de interpretar las Escrituras o que solo la Iglesia católico romana tiene la potestad de interpretar las sagradas Escrituras.
Enseñó que las Escrituras deben ser interpretadas por las mismas Escrituras, de modo que no se atente contra su integridad. Decía que la Biblia se debe interpretar en el sentido natural y normal de las palabras y si esto resulta en algo contrario a la razón entonces que se deben interpretar la Biblia en un sentido figurado.
Wycliff puso juntos a la fe con la santificación. Insistía en que la verdadera fe se manifiesta en buenas obras. Miraba a la Iglesia no como la visible Iglesia católico romana, o una comunidad jerárquicamente organizada, sino como el cuerpo de Cristo y esposa de Cristo, formada por todos los elegidos.
La salvación, decía, no depende o está en conexión con la iglesia oficial o la mediación del clero. Mostraba que todos los creyentes tienen acceso libre e inmediato al trono de la gracia mediante Cristo y que cada creyente es un sacerdote con Jesucristo como único sumo sacerdote.
Por toda su enseñanza fue llamado a comparecer ante el Papa, pero se rehusó diciendo: Cristo, durante su vida sobre la tierra fue el más pobre de todos los hombres y rechazó todo poder mundano. Sobre esta base, pienso yo, que el tanto el Papa como el clero en general deberían también rechazar todo el poder y esplendor mundano que poseen.
Wycliff murió en Lutterworth el último día del año 1384. El odio contra Wycliff persistió después de su muerte y uno de los Papas ordenó quemar sus escritos por el año 1414.
Esta es la historia de este gran hombre de Dios. El hombre murió, pero su obra persistió. Uno de los que siguió de cerca las enseñanzas de Juan Wycliff fue otro Juan, pero en Checoslovaquia. Su apellido era Huss.
Por sus creencias, Juan Huss fue perseguido, capturado y quemado en la hoguera, pero esas cenizas se esparcieron por los cuatro vientos y eventualmente, en su tiempo, en el tiempo de Dios dieron pie a la Reforma con Martín Lutero a la cabeza.
De Juan Wycliff aprendemos que es en extremo peligroso mezclar la Biblia con escritos extra bíblicos, no importa quienes hayan sido sus autores. El resultado hará que la Iglesia se debilite y se aparte del camino verdadero.
Hemos aprendido también que lo que más necesita el hombre para poder arreglar su problema de pecado es la palabra de Dios. Si de algún modo se logra impedir que la gente común y corriente tenga acceso a la palabra de Dos, habrá pocas esperanzas para que esa gente conozca a Cristo como Salvador.
Esto fue justamente lo que pasó con nuestra amada América Latina por varios siglos, cuando la Biblia estaba prohibida para el pueblo. Pero gracias a Dios que la palabra de Dios está hoy disponible para cualquier persona y se puede difundirla por medio de la radio, la televisión, los libros, las revistas, etc.
De seguro que la palabra de Dios producirá cambios profundos en muchas personas, no en todas. ¿Será Usted uno de ellas?