Cuenta la historia que un día, un joven quiso aprender algo sobre la obediencia. Ante este deseo, el anciano de la aldea le pidió que empujara una gran piedra que había cerca del lugar. El joven, ávido por aprender la lección, empujó con fuerza la piedra.

Al día siguiente, se repitió la situación y el joven volvió a empujar la piedra. Así lo hizo por varios días hasta que, al ver que la piedra no se movía, le dijo al anciano que no entendía la lección y que ya no empujaría más porque la piedra no iba a moverse.

Ante tal frustración y con mucha paciencia, el anciano le dijo: Mira tus músculos, mira tus piernas y tu espalada. Todos estos días te han fortalecido y preparado más de lo que estabas antes de empujar la piedra. Yo nunca te pedí que la movieras, sino sólo que la empujes. Ahora YO moveré la piedra.

La obediencia a la voluntad de Dios es algo similar a nuestro relato. Cuando las cosas no salen, cuando no ves los resultados que tú esperabas, cuando tu entorno no tiene en cuenta los principios de Jesús para vivir, creemos que no tiene sentido continuar obedeciendo. Es como esa piedra que no se mueve.

Nos tentamos a desistir de hacer lo que es correcto y abandonar aquello que sabemos que es bueno seguir. Sin embargo, obedecer es adquirir fuerza moral, espiritual y emocional más allá de lo que resulte a cambio. Aquellos que logran alinear sus vidas acordes al deseo de Jesús, reciben bendición.

Porque la obediencia trae bendición a tu vida. Por supuesto, hay ciertas barreras que atravesar para lograr un carácter de obediencia. Hay que saltar la barrera del pecado. Arregla tus cuentas con Dios.

También la barrera de la autosuficiencia. Aprende a depender de Él. Saltar la barrera de la ignorancia. Conoce Su Palabra y Su deseo. Por último, la barrera de la comodidad.

Ejercítate en hacer las cosas bien, más allá de todo.

PENSAMIENTO DEL DÍA :

Libertad sin obediencia es confusión. Obediencia sin libertad es esclavitud. Dios te hizo libre para que le obedezcas por amor.