La organización mundial de la Salud afirma que 121 millones de personas padecen depresión.

El Journal of the American Medical Association estimó recientemente que el costo anual de las depresiones en los Estados Unidos es de 48 mil millones de dólares. Sin embargo, el costo es mucho mayor, ya que ese estudio no consideró gastos derivados de la hospitalización por afecciones médicas (depresión enmascarada) y las consultas y pruebas diagnósticas debido a que la depresión se manifiesta con múltiples síntomas somáticos.

Evidentemente los cuadros depresivos son un gran negocio para la industria farmacéutica y para las prepagos de salud, no así para millones que la padecen. Humor deprimido, pérdida de energía, sentimientos de culpa, dificultades de concentración, pérdida de apetito y pensamientos fatalistas acompañan la experiencia de días y noches (largas noches) a quienes la sufren.

Estar deprimido es estar invadido por una visión negativa del mundo y de uno mismo. La vida se convierte en una carga y en un agobio constante.

Me pregunto ¿a qué se debe el aumento de este mal? Por supuesto, no alcanzaría una Pausa para describir los efectos de un contexto histórico donde los lazos sociales se han debilitado, las identidades han sido arrasadas por el consumo y la tiranía de lo urgente deja a muchos perdidos en una caótica carrera que nunca tiene llegada.

Si tú no la padeces, seguramente conocerás a otros que sí. Dedica serios momentos a pensar qué es lo que te llevó hasta este estado. Un duelo que persiste, un enojo que no cesa, una herida que no cura, un desapego dramático, etc.

Confiesa a Dios esos sentimientos. Clama al cielo por sentido y significado para tu vida. Toma responsabilidad por tus emociones y levanta la mirada de fe en Aquel que puede darte la Paz y la seguridad que hoy no tienes. Alabarás a Dios cuando conozcas Su Poder en Ti.

Pensamiento :

Quien acepta la tristeza, renuncia a la plenitud de la vida.