Iba un labrador a visitar sus campos para ver si estaba lista la cosecha. Había llevado consigo a su pequeña hija, Luisita. –Mira, papá –dijo la niña sin experiencia–, cómo algunas de las cañas de trigo tienen la cabeza erguida y altiva; sin duda serán las mejores y las más distinguidas: esas otras de su alrededor, que la bajan casi hasta la tierra, serán seguramente las peores y enfermas.

El padre cogió algunas espigas y dijo: –Mira bien, hija mía: ¿ves estas espigas que con tanta altivez levantan la cabeza? Pues están enteramente vacías. Al contrario, estas otras que la doblan con tanta modestia, están llenas de hermosos granos. El sabio y el bueno son humildes: la soberbia es propia del ignorante y del malo.

La altura de una persona no se mide por su elevada estatura, o por su inteligencia sobresaliente, o por las riquezas que posee, se mide por sus cualidades y al mismo tiempo, por el servicio que con ellas brinde a Dios y al género humano. Dios mide así a todos los seres humanos, ya sean sus siervos o sus enemigos.

Estoy convencido que a medida que aprendes lecciones en la vida debes ser más y más humilde. Aquel que por la experiencia que ha cosechado y los logros que ha alcanzado se eleva por sobre los demás y les desestima, no ha aprendido nada. Cuanto más aprendes en la vida, más hambre por aprender tienes.

Cuanto más alto llegues, más bajo deberás ponerte para comprender a los otros. Aquel que vive de rodillas es el más grande en el reino de los cielos.

El más grande hombre que pisó este suelo se arrodilló y lavó los pies de sus discípulos para enseñarnos esta gran lección. ¿Por qué no hacemos nosotros lo mismo? Sólo aquellos que cargan sobre sí los frutos de años de sabiduría e inteligencia se muestran doblados por el peso de sus logros y en actitud humilde bajan sus cabezas en reverencia a Aquel que todo lo sabe.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

El sabio y el bueno son humildes: la soberbia es propia del ignorante y del malo.