La felicidad no se encuentra, se logra. Se hace, se fabrica. Sí. En cualquier lugar del mundo, en cualquier época de la historia, en cualquier circunstancia en la que te encuentres y con cualquier persona con la que estés compartiendo la vida, puedes llegar a experimentar paz y gozo a pesar de todo. “¡Espera, espera un momento!”, me dirás. “¿Cómo es eso que con cualquier persona, en cualquier lugar o circunstancia puedo llegar a ser feliz?”

No estoy promoviendo un estilo de vida displicente y alocado, no. Lo que quiero decir es que, las diferentes situaciones tal vez no deseadas que hoy te tocan enfrentar, ya sea por malas elecciones o porque no tienes otra opción, no son excusa para quedar privado o privada de una experiencia de vida confiadamente feliz.

Muchos dicen: “Pensé encontrar la felicidad en esto o aquello, (matrimonio, dinero, placer, hijos) y me equivoqué. Me siento defraudado, desilusionada, y no me queda otra que llorar mi decepción observando como otros pasan por mis narices y disfrutan. ¡Qué ironía! ” Es que la felicidad depende de ti, no de los otros o de las cosas. Si en tu interior estás en paz con Dios y por ende, contigo mismo, nada ni nadie te puede apartar del gozo que viene de Dios.

Hombres cuya fe se centraba en Dios, han escrito y hablado sobre el gozo como nadie encerrados en un frío y húmedo calabozo con ambas manos encadenadas a crueles guardias romanos que se turnaban cada ocho horas. ¿Cómo lo lograron? Porque hallaron a Cristo. Aquel que sufrió la cruz y el oprobio, y que supo poner un gozo delante de él que le capacitó para avanzar hasta la meta. Fijando los ojos en el Autor y Consumador de la fe, es que podemos enfrentar los embates de la vida con firmeza. Porque la felicidad no está en algo o en alguien, sino en Cristo.

¿Tienes a Cristo? Entonces tienes la felicidad. ¿No lo tienes? Entonces nada ni nadie logrará conformarte.

Pensamiento del día:

No encuentras la felicidad, la felicidad te encuentra a ti por medio de Cristo. ¿Ya le has aceptado?