El diccionario de la Real Academia Española, define a la angustia como un estado del alma donde se experimenta la sensación de dolor por la pérdida o ausencia de un bien preciado, el temor a lo desconocido, o el trauma provocado por la agresión. Pero aquel que vive en angustias o recuerda tramos amargos en su vida, sabe que es mucho más que eso. Si miramos la angustia del alma como el resultado natural de alguna de las experiencias traumáticas que mencionamos recién, puede que nos perdamos la oportunidad de sacar todo el provecho que el dolor, la prueba y la aflicción en sí encierran.

Cabe señalar que esa alma dolida y herida fue creada por Dios, Él la puso allí, en tu interior, y está muy interesado de que sane y en que se mantenga a resguardo. Pero también es cierto que Dios permite el sufrimiento no para nuestra destrucción sino para nuestra instrucción y desarrollo de carácter.
El gran evangelista Spurgeon dijo: “lo que he aprendido en mis días prósperos es insignificante si lo comparo con la lecciones de vida que coseché en mis tiempos de angustia”.

El saber que Dios está detrás de cada experiencia amarga o valle de muerte que te toque pasar es una garantía más que eficiente para sobrellevar la carga. Eso es lo que el mismo Dios le dijo a su angustiado pueblo de Israel en Deuteronomio 4:30. Compasión es su normativa de acción ante uno de sus hijos en problemas. Amor ante el dolor, paz en la tormenta, o como dijera un sabio amigo mío: gracia sobre la desgracia.

Generar rencor hacia Dios, culpándolo por cada situación adversa, solo agrega más amargura a tu estado de angustia. Deja que el Pastor de tu corazón sane cada llaga, Él sufrió la peor de las angustias, para entenderte y ayudarte. Comprende que por su herida fuimos sanados y por su llaga curados, y que Él cargó todas tus dolencias. Confía y de las tinieblas nacerá tu luz.

Pensamiento del día:

Generar rencor hacia Dios culpándolo por cada situación adversa, solo agrega más amargura a tu estado de angustia.