Es muy fácil adorar y pensar en Dios cuando todo sale como estaba planeado, pero el grado más alto de la fe es amar a Dios aún sin verle, esperar en Él cuando nada dice que lo que anhelo se cumplirá, sujetarme de su mano aún cuando no vea su rostro.

Dice el profeta Isaías: “El Señor ha escondido su rostro, pero yo esperaré en él, pues en él tengo puesta mi esperanza”. Dios es real sin importar cómo tú te sientas. La gran mayoría de los piadosos nominales, practican cierto cristianismo “sensual”, donde lo que guía la devoción son las emociones y sentidos más que la fe. Así que si hoy me siento bien, Dios es lo más grande, y si mañana me siento mal, Dios se olvidó de mí y me siento traicionado. ¿Qué? ¿Significa esto que a Dios no le importa cómo me sienta o cómo esté mi corazón, lo único que le importa a Él es que le rinda honor y que le alabe?… No. Dios se duele contigo en tu dolor.

Él se preocupa por el estado de tu corazón, pero muchas veces, Él permite las tormentas de la vida y hasta a veces se esconde de nosotros, para perfeccionar nuestra fe y madurar nuestro carácter. El secreto de mi amistad con Dios no radica en que yo le vea siempre a Él, sino en que Él me ve siempre a mí. Aunque yo no le vea. El error más común de los cristianos con respecto a la adoración, es que buscan una experiencia más, que a Dios.

Refiriéndose a esos días de sequía espiritual, San Juan de la Cruz lo llamó: La oscura noche del alma. Henry Nowen lo llamó: el ministerio de la ausencia. A.W.Tozer: el ministerio de la noche. Nunca olvides: también Jesús sintió muy lejos el rostro de su Padre, cuando en la cruz exclamó: Dios mío Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Él sabe lo que sientes. Dios te promete, que al final de la noche, te espera la luz de su omnipresencia y tu fe habrá madurado un poco más.

Pensamiento del día:

Aunque tus ojos no puedan ver a Dios, Él si puede verte a ti.