El proverbio de hoy es claro, sintético y directo. Es que no hay que andar con vueltas al momento de entender que todos nos equivocamos a diario. ¡Y ojo que dije “a diario”, y no exagero! El apóstol Santiago, quien era un acérrimo guardador de la ley y su ética moral, lo expresó de forma no menos tajante que Salomón al decir en su epístola: “Hermanos míos, no pretendáis muchos de vosotros ser maestros, pues, como sabéis, seremos juzgados con más severidad. Todos fallamos mucho.Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.” (3:1-2)

Por lo tanto, que fallamos, fallamos, no te alarmes. No eres un inútil, no eres un fracasado solo porque hayas fracasado. El problema no radica en el error sino en no querer reconocerlo. Una equivocación no se convierte en una falta hasta que te rehúsas corregirla.

El no reconocer el error y rehusarse a corregirlo tiene como germen el orgullo, y el orgullo es la madre de todos los errores. Esta es la única madre a la que no debemos respetar si no queremos acabar en pérdida. “Va camino a perder”, dice el refrán antes mencionado, y “va camino a vivir”, advierte el mismo proverbio refiriéndose al ¿perfecto?… NO. Al ¿triunfador?… NO. ¿Al que nunca se equivoca en nada?… No, ¡Al que atiende a la corrección! Y aquel que está atento cuando se le corrige es porque en algo se ha equivocado. Pero reconoce, pide disculpas, pregunta, observa los errores de otros no para denunciarlos por la espalda sino para sacar conclusiones personales, y corrige el rumbo con humildad y la frente en alto.

Pues no es de cobardes ni de necios reconocer faltas, más bien el negar me condena a una vida de orgullosa necedad. A partir de hoy pídele a Dios la sabiduría necesaria para valorar y aceptar las palabras de quien te corrige, porque ese es tu verdadero amigo.

Pensamiento del día:

El problema no radica en el error sino en no querer reconocerlo.