Herodes Antipas, idumeo por parte de padre y samaritano por parte de madre, se metió en un buen lío de familia que al final terminaría con su exitosa carrera política. Era tetrarca de Galilea y Perea y estaba casado con la hija de Aretas, un vecino rey árabe. La región oriental de su tetrarquía y el reino de su suegro, tenían una extensa frontera común.

El matrimonio se destruyó cuando Herodes repudió a su mujer para reemplazarla por Herodías, que era a la vez su cuñada y sobrina. Juan el Bautista, el mensajero precursor del ministerio del Mesías, había confrontado al tetrarca con la ley de Dios. Como lo hizo el profeta Natán con el rey David. El Bautista señaló claramente el pecado de Herodes. Sin embargo éste, no reaccionó como David. Su corazón distaba mucho de ser conforme al de Dios. Herodes, Edomita y por lo tanto vengativo, no interpretó la amonestación como una visitación de la gracia de Dios que podía llevarle al arrepentimiento. Así fue que perdió la gran oportunidad de su vida y se hundió en su propio cieno. Hizo detener a Juan y lo envió a la cárcel instigado por su propia esposa. Días más tarde, la cabeza del Bautista, rodaba por el piso sucio de una celda fría en la fortaleza de Maqueronte.

¡Cuántas veces las amonestaciones de Dios son una oportunidad al arrepentimiento y nosotros nos enojamos o escondemos en vez de verlas como una visitación de Su gracia! Dios se vale de variados métodos para hacernos ver nuestro pecado pero no porque sea un policía buscando al próximo para encarcelar. Más bien debes verlo como aquel médico que desesperado advierte y ofrece remedio a su paciente después de haber diagnosticado una enfermedad terminal. No te enojarías con él, ¿verdad?

Sin embargo esa es la actitud herodiana que toma el ser humano hoy en día y siempre. Le dan las espaldas a Dios ignorando que su reprensión no es ni más ni menos que un llamado de ajuste de cuentas. No huyas o intentes esconder lo evidente. Agradécele por ofrecerte su ayuda y entrégate a Él.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

¡Cuántas veces las amonestaciones de Dios son una oportunidad al arrepentimiento!