Tommy era el ateo del curso. Constantemente se burlaba de la posibilidad de un Dios que amaba incondicionalmente. Al final del curso, me preguntó: ¿Cree usted que encontraré a Dios alguna vez?- ¡No!, dije enfáticamente. ¡Ah!, respondió. Lo dejé dar cinco pasos y luego lo llamé: – Tommy. ¡No creo que lo encuentres nunca, pero estoy seguro de que Él te encontrará a ti! Al tiempo me llegó un informe triste: Tommy tenía cáncer terminal.

Antes de que yo pudiera buscarlo, él vino a mí. Cuando entró en mi oficina, su cuerpo estaba muy deteriorado y su largo cabello se había caído a causa de la quimioterapia. “Supe que estás enfermo”, le dije. “Sí, muy enfermo, profesor” Tengo cáncer. Es cuestión de semanas. Realmente yo vine a verlo por algo que usted me dijo el último día de clase. Pensé mucho en eso. Pero cuando el cáncer se diseminó a mis órganos vitales, comencé realmente a golpear las puertas del cielo. Pero nada sucedió.

Así que un día me desperté y, en lugar de lanzar más peticiones inútiles a un Dios que puede o no existir, simplemente me di por vencido. Decidí entonces pasar el tiempo que me quedaba diciéndole a la gente con la que viví que les amaba. Comencé con el más difícil de todos: mi padre. Entonces, mi padre hizo dos cosas que no recordaba que hubiera hecho antes. Lloró y me abrazó. Fue más fácil con mi mamá y mi hermanito Sólo sentí haber esperado tanto tiempo. Aquí estaba yo, a la sombra de la muerte, y apenas comenzaba a disfrutar de la vida.
De pronto, un día Dios ya estaba allí. No vino a mí cuando se lo supliqué. Aparentemente, Dios hace las cosas a su manera y en su momento.

Lo importante es que usted tenía razón profesor. Él me encontró aunque yo había dejado de buscarlo”. La experiencia de Tommy es también la nuestra. Él puede usar medios para llevarnos a su encuentro, medios no convencionales. Pero siempre, absolutamente siempre, Él está en tu búsqueda. Espéralo. Se te aparecerá.

Pensamiento del día:

Endurecer el corazón ante Dios es negarse a vivir y resignarse a existir.