Leamos juntos las estrofas de una bella canción del himnario hebreo, el Salmo 118.

“Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre…
Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad.
El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?…
Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.
Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos.
El Señor es mi fuerza y mi canto; ¡él es mi salvación!
Gritos de júbilo y victoria resuenan en las casas de los justos: ¡La diestra del Señor realiza proezas!
No he de morir; he de vivir para proclamar las maravillas del Señor.
¡Te daré gracias porque me respondiste, porque eres mi salvación!
Esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados.
Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él.
Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias; tú eres mi Dios, por eso te exalto.
Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre”.

Valió la pena leerlo casi completo porque existe un detalle que lo hace mucho más valioso de lo que es, todavía. Este fue el Salmo cantado por el Señor y sus once discípulos, (porque Judas ya se había ido), luego de comer la cena pascual y antes de iniciar el descenso al Monte del arresto y la traición. Él sabía lo que se le venía, pero igual cantó: “Este es el día que hizo Jehová. Me gozaré y alegraré en él”.

¿Cuál es tu actitud cuando el día se te presenta adverso, oscuro, peligroso e incierto?… Enfrentar los horizontes de crisis con la confianza puesta en un Dios que tiene el control de cada minuto de nuestras cambiantes vidas, nos da la paz necesaria para no perder el control de mis acciones. Nunca lo olvides: Cada cosa que te suceda debió ser primero permitida y aprobada por Dios. Él sabe.

Pensamiento del día:

Den gracias al Señor, porque Él es bueno; su gran amor perdura para siempre.