El tema del rencor, la falta de perdón y la ofensa no resuelta es un tema que tiene “mucha tela para cortar”. Se escribirían tomos completos al respecto y aun quedaría “tinta en el tintero”. Creo que es tan profundo como profundo es el corazón humano y sus intrincados y oscuros rincones. Como profunda y difícil es su falta de disposición al momento de soportar y perdonar al prójimo. Cambia totalmente la perspectiva cuando alcanzamos a dilucidar que, con un corazón compasivo y un espíritu misericordioso y perdonador como el de Cristo, el primer bendecido seré yo.

Es en este contexto que la Palabra de Dios dice que soy “bienaventurado cuando me persiguen y maldicen”. ¿Cómo puedo experimentar este súper gozo al ser maltratado y reprimir mis naturales deseos de venganza? Lo que sucede es que quedo libre del veneno del rencor y disfruto de la vida y de los vivos. De lo contrario el daño es doble, el que me hizo mi agresor y el que me hago yo mismo al negarme a perdonarlo. La ofensa es en sí un regalo que yo decido aceptar o rechazar. Cuando alguien intenta ofenderte o decirte algo desagradable, está ofreciéndote algo. Mayormente es una emoción de rabia y rencor que puedo decidir no aceptar. Si yo me siento ofendido o me pongo furioso estaré aceptando su regalo.
Amigo, la vida nos da la oportunidad de amargarnos o de ser felices. La rabia pasará, pero no permitas que la dejen contigo, no te interesa. Tú no puedes controlar lo que hay en el corazón del otro, pero de ti depende lo que hagas con tu corazón. Entonces comprendemos el ejemplo de Dios que perdona todas nuestras rebeliones en primer lugar por amor a sí mismo, para darnos el ejemplo de un corazón sano, cuidado, a salvo, sin el veneno del rencor, y nos pide a nosotros hacer exactamente lo mismo.

Pensamiento del día:

Tú no puedes controlar lo que hay en el corazón del otro, pero de ti depende lo que hagas con tu corazón.