Una de las palabras inclusivas de las Sagradas Escrituras es la palabra: FE, juntamente con salvación, amor, Dios y Jesucristo.

La clásica definición de esta palabra desde la perspectiva bíblica es la enunciada por el anónimo autor de la Epístola a los “Hebreos” en su capítulo 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Pero al intentar redefinirla en nuestra experiencia humana y particular nos quedamos faltos de palabras. (Por lo menos eso es lo que sucede conmigo). ¿Cómo explicarías tú el concepto de la fe?… Necesitamos unir cuatro conceptos para abordar la totalidad de su significado.

Primero es CONOCER. Utilicemos como ejemplo una simple silla, algo que usamos y en lo cual ejercemos fe varias veces al día, cada vez que nos sentamos. Debo tener conocimiento de que lo que es en sí esa silla, para qué sirve, saber que existe, pues la estoy viendo. Este hecho tan rudimentario es el punto de partida inicial. En el plano espiritual sucede lo mismo, pues la fe viene por el oír la Palabra de Dios. Debo conocer lo que Dios dice al respecto.

Segunda palabra: CREER. Debo creer que esa silla es capaz de soportarme cuando me siente.

Tercera: CONFIAR. Pues yo puedo conocer y creer, como los demonios, que también cree y tiemblan, sin embargo no ser salvo de la condenación eterna. Debo, entonces confiar. Esa confianza o ese ejercicio de mi fe es lo que me mueve a sentarme sin miedo a caerme. Eso sucede cada vez que una persona oye el evangelio, cree que es verdad, pero cree de tal manera que es impulsado a entregarse a Cristo.

En último lugar involucra DESCANSO. Si yo estoy constantemente mirando cada rincón de la silla luego de sentarme, para ver si realmente me seguirá soportando, entones eso no es fe a la manera de Dios. Los que hemos encontrado en Él seguridad de salvación, estamos “salvo en los fuertes brazos, del tierno Salvador”. Es entonces cuando, por medio de esa clase de fe, soy regenerado a una nueva criatura.

Pensamiento del día:

Lo que le da valor a mi fe es lo valioso del objeto en que estoy depositando esa fe.