Tal vez sea duro lo que te voy a decir. De hecho dudé en escribirlo. Es que hoy en día existe cierto temor a herir susceptibilidades ajenas y se nos contagia fácil, ¿viste? Pero permíteme decirte que, en un sentido muy real, todos somos enfermos mentales. Sí. Tu mente y la mía, desde sus inicios, están alteradas por las secuelas de la desobediencia que caracteriza nuestra caída raza. Sabemos que toda conducta desordenada o autodestructiva tiene su génesis en la mente misma.

No en vano se nos dice: “Somos lo que pensamos”, y es cierto. Unos más, otros menos, todo ser humano padece de este endémico mal en su forma de pensar. Y como la “sede de comando” está dañada, todo lo que desde allí se decida tendrá el mismo estigma de muerte, dolor y derrota. Así, experimentamos toda forma de lujuria, lascivia, hedonismo e inmoralidades, los hombres en especial, y todos en general. De igual manera, el odio, la envidia, los celos y el rencor, hallan cabida hasta en la mente más incauta, parasitando el alma y llevando a los mortales a actos extremos en perjuicio del prójimo. Maquinamos, anhelamos, codiciamos más y más en nuestra sed de tener y tener, agotando nuestras mentes y estresándonos al extremo para conseguir una “escalada social aceptable”.

Desde los inicios Satanás sabía que debía apuntar a la mente del hombre y la mujer si quería conquistarlos. Fue entonces que los sedujo a comer del “árbol del conocimiento” del bien y del mal. ¿Lo puedes ver? Nuestra debacle comenzó en la mente y es allí donde se necesita urgente atención.

Dios, en su misericordia, nos ofrece un “trasplante de cerebro”. Sí, nos ofrece nada más y nada menos que LA MENTE DE CRISTO. Una nueva, revolucionaria y poderosa manera de pensar. También nos ofrece implantar un corazón de carne en lugar del de piedra que tenemos. Una nueva naturaleza que compite para vencer la vieja, Etc. Pero en lo que a la mente se refiere, solo Él puede sanarla. Dice la Biblia que es Jesús el psicólogo del alma, es Él el “Pastor de mi corazón”.

Pensamiento del día:

“Toda cabeza está enferma”. (Profeta Isaías)