Me ha pasado varias veces y estoy seguro que a ti también. Por querer acortar el camino y “ganar tiempo” tomamos rutas alternas que al final no conducen a ningún lado o nos llevan al destino pero por un camino al final más largo.

Yo, que soy experto en desorientarme, esto lo he vivido varias veces. No sé. Creo que mi “sistema de brújula” me vino fallado de fábrica. ¡Hasta en eso Dios ha sido fiel! Me dio una compañera que necesita ir solo una vez a un lugar y ya lo grabó en su GPS para no olvidarse más en el resto de su vida. Imaginarás que me pierdo hasta en el baño de mi casa. Lo cierto es que muchas veces lo que para mí era un excelente atajo terminó siendo una pérdida de tiempo, gasolina y gozo. Al final siempre llego. Le sé decir a Marta: “No te preocupes. En la calle no voy a dormir”.

Me temo que en la vida nos sucede muchas veces lo mismo. Se buscan vías alternas para avanzar más rápido ignorando que son los atajos los que alargan el camino. Así, por ejemplo, la adolescente decide irse de su casa con el joven que le prometió amor incondicional, solo para encontrarse después, sola, triste, abandonada y con una criatura en su vientre que ni sabe cómo atender. O el caso del padre de familia que, cansado de golpear puertas para conseguir trabajo, empeña sus últimos ahorros en un prestamista ilegal que acaba desapareciendo con el dinero de sus incautos clientes. Así, solo ve alejarse aun más sus sueños de emancipación de deudas. O, lo que es peor, aquel que compra su título para comenzar más rápido a trabajar y ganar dinero hasta que la ley descubre el fraude y acaba preso por mala praxis, viendo a su familia a través de las rejas padecer necesidad.

No te equivoques. Dice el Libro de libros que “hay camino que al hombre le parecen derecho, pero su fin es camino de muerte”. No te apoyes en tu propia prudencia. Confía en Dios y desiste de escoger atajos.

Pensamiento del día:

Son los atajos de la vida, al fin y al cabo, los que alargan el camino.