Hace 48 Hs. mi Ecuador sufrió el sismo más fuerte en el último siglo, 7.8 grados en la escala de Richter. ¡Eso sí que es temblor!!! Las noticias aún no cesan de emitir reportes de los daños materiales y físicos, y de las víctimas que ya superan las 300 personas, y los damnificados y heridos. ¡Un desastre! Me encontraba justamente en mi casa, escribiendo la “Pausa” anterior a esta. Lo primero que uno hace es salir de su vivienda para evitar el peligro y ubicarse en una zona segura. En cuestión de minutos varios vecinos nos encontrábamos consternados en la esquina del barrio, observando cómo casas, arboles y vehículos se movían al compás del sismo.

Obviamente, no podía dejar pasar esa oportunidad para extraer otra reflexión para vos en estas páginas. Pensaba: ¿por qué no hacemos lo mismo cuando observamos, los humanos, sucumbir nuestras vidas?… ¿Por qué nos quedamos caprichosamente en el mismo sitio, mientras vemos debilitarse los cimientos de nuestros proyectos, relaciones y planes? Construimos pisos tras pisos de sueños, quizás buenos y nobles, pero enajenados de Dios, y cuando todo comienza a tambalearse, en lugar de correr a un sitio seguro y ponernos a salvo, continuamos en nuestra terca tarea de querer controlar lo incontrolable. Así, vemos desmoronarse nuestro matrimonio pero un pedimos consejos. Sospechamos que la moral de nuestro hijo se va degradando por las malas amistades y las drogas pero nada hacemos al respecto. Nuestras finanzas están ahorcándonos y, en lugar de acudir a un asesor financiero de probada experiencia, seguimos tarjeteando nuestras compras hasta llegar a la debacle económica que hunde a toda nuestra familia. ¿Las causas?… Orgullo, vergüenza, (otra vez orgullo)…

Deberíamos salir urgentemente de la zona de riesgo, ubicarnos en un sitio seguro, bajo Sus alas, las de Dios. Extender las manos al cielo reconociendo que existen fuerzas mucho más poderosas a nosotros que no podemos controlar solos, y dejar que Aquel que pesa las montañas en Sus manos te sostenga a ti también y te ponga a resguardo para que, habiendo acabado el día malo, te encuentres firme.

Pensamiento del día:

No juegues al equilibrista cuando se muevan tus cimientos, aférrate a Dios.