Las últimas décadas han estado caracterizadas por la aparición de nuevas enfermedades incurables que torturan a la población mundial con amenazas de muerte. Así, por ejemplo, tenemos el caso del cáncer, el SIDA, el mal de Alzheimer, la bulimia y la anorexia, las diferentes mutaciones del virus de la gripe, como la gripe aviar y la porcina, etc. Esto estaba profetizado en la Sagradas Escrituras desde tiempos remotos. La contaminación ambiental, los alimentos artificiales con sus conservantes, edulcorantes, saborizantes y preservantes, el ritmo tan estresante de vida al que son sometidos el hombre y la mujer, y el consumo de sustancias perjudiciales al organismo como el alcohol, tabaco, fármacos y psicotrópicos, han redundado en lo que hoy contemplan nuestros ojos respecto a la salud humana.
Pero la tragedia mayor no radica en lo devastador que es para el cuerpo humano la presencia de estos males, sino en todo el mercadeo cruel que se ha montado en torno a ellos. Doctores deshumanizados lucran con el mal de sus pacientes. Dueños de laboratorios en actitud ambiciosa, lanzan al mercado medicamentos que “emparchan” la enfermedad pero no la curan, con el propósito de seguir vendiendo su producto. No en vano se dice que más son los que viven del cáncer que los que mueren por él.
Se sabe, de buena fuente, que, inclusive, algunos de estos males endémicos han sido creados en laboratorio y “lanzados” como prueba en sectores marginados, como algunos países del continente africano.
Esta triste situación es mucho más triste que la enfermedad en sí y tiene como único origen otra enfermedad peor que se aloja en el corazón humano. No exactamente en el músculo cardíaco, pero sí en su conciencia, en su alma, en su “Yo” interno. La Biblia lo llama pecado y se manifiesta en ambición despiadada, egoísmo cruel e impiedad. Pero un día, el Señor, Juez justo, dará retribución a cada uno según sus obras. Nadie quedará impune y todos saldrán convictos de sus pecados. Hoy es el tiempo para ajustar cuentas con el dador de la vida, antes que sea demasiado tarde.

Pensamiento del día: Es triste decirlo, pero más son los que viven del cáncer que los que mueren por él.