La Biblia es más que clara al expresar que, toda relación vertical con nuestro Creador, depende en gran manera de una pacífica relación horizontal con sus criaturas, nuestros semejantes. Basta resaltar tres pasajes del N.T. para respaldar este hecho. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16. Aquí  Santiago dice que, para que mi oración sea efectiva, debo también orar por mi prójimo, aún por aquel que me haya lastimado o a quien yo haya lastimado. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. 1ª Pedro 3:7. Ahora es el apóstol Pedro el que me advierte que, si deseamos que nuestras oraciones lleguen libremente ante el trono de Dios, debo, como marido, (y se sobre entiende que es también para las mujeres) vivir en paz con mi cónyuge, dándole el honor o el valor que realmente tiene, sin importar cuánto haya herido mis sentimientos o no haya satisfecho mis expectativas. “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. 1ª Timoteo 2:8.

Y ahora, en tercer lugar, es Pablo el que me recuerda que, todo hombre que se mete en peleas constantemente, no puede levantar sus manos en santidad al momento de orar. Así que, como podemos ver, el asunto de vivir en paz con Dios y acceder al privilegio hermoso de expresar mis necesidades, frustraciones y deseos al Padre, depende de la relación entre sus Hijos. ¿Cómo está tu vida de relación con los demás? No te pongas en el papel de víctima. Si tienes un problema con tu hermano no intentes ofrecer nada a Dios. Más bien deja primero tu ofrenda en el altar, anda reconcíliate con tu hermano, y entonces entra a Su presencia.

Pensamiento del día:

Carbón solo no arde.