El segundo libro de los Reyes, en su capítulo 5, nos relata la historia de un general asirio de nombre Naamán. Afortunado en carrera militar y triunfante en tantas batallas, vivía derrotado por una enfermedad crónica que aún hoy le consume la vida a cualquiera: La Lepra. Fue una empleada de su propia casa, que había sido tomada cautiva en una de las tantas incursiones de este general al debilitado pueblo hebreo, quien le recomendó visitar al profeta Eliseo para que le cure de su enfermedad. Casi de mala gana aceptó la propuesta, total había probado con tantos médicos… Mientras se acercaba a la casa del profeta con sus camellos cargados de regalos pensaba: “Seguramente saldrá y me recibirá con los honores correspondientes a mi embestidura, invocará a su Dios y de alguna manera espectacular mi carne será limpia”. Naamán se había formado una idea de cómo sería la intervención de Dios en su vida. Una vez que tenía elaborado su preconcepto, era incapaz de concebir que Dios lo hiciera de otra forma.

Cuando creemos que podemos anticiparnos al actuar de Dios, automáticamente descartamos otras manifestaciones y quedamos atrapados por nuestras propias expectativas. El Señor es creativo e impredecible y así sucedió con este general. El profeta ni siquiera salió a recibirlo, solo le dijo: “Ve y lávate en el río Jordán siete veces. Luego serás limpio”, fue la insólita receta de Eliseo. ¿Puedes imaginar la indignación de este honorable guerrero acostumbrado  a dar órdenes y no a recibirlas? Pero bajo sugerencia de su tropa, accedió y resultó sano. ¿Qué hubiese acontecido si este hombre, controlado por sus prejuicios, hubiese regresado a su casa leproso como salió?… Creo que lo mismo que sucede con cada uno de nosotros cuando pretendemos estereotipar el obrar de Dios. Jesús fue muy claro con Nicodemo. “Si te vas a embarcar en este aventura de fe como lo es nacer de nuevo por intervención divina mas no humana, debes saber que el obrar de Dios es como el viento, impredecible. No sabes de dónde viene ni a dónde va. ¿Estás listo, Nicodemo?” Y tú: ¿estás listo?…

Pensamiento del día:

Cuando creemos que podemos anticiparnos al actuar de Dios quedamos atrapados por nuestras propias expectativas.