Era su obligada visita de cada semana al juez. Gozaba de cierta “libertad condicional”. Su antigua conducta desordenada y violenta estaba todavía presente en el recuerdo de aquella ciudad. Y, lo que es aún peor, también presente en el prontuario judicial de aquel ex convicto. La vida difícil del que tuvo que pagar una condena en la cárcel, su inserción en la sociedad y su rehabilitación linda casi con lo utópico.  Salía de la oficina del juez cuando Carlos Paredes observó una multitud que se agolpaba para ver al famoso artista que estaba a punto de pisar la alfombra. La entrega de los premios “Oscar” se realizaría esa misma noche. ¡Qué diferencia! De un lado de la calle la soledad, la humillación y la desgracia; del otro: el triunfo, los aplausos y la fama. Se acercó para ver si lograba acercarse al que era aplaudido por todos. Intentó abrirse paso entre fotógrafos y fans, pero nada. Con algunos saltos trepó al techo de una casa cercana, (para Carlos esto no era nada difícil) y de allí consiguió una vista privilegiada. El momento llegó, la limusina se estacionó, la puerta se abrió. Miles de flashes iluminaban la tarde. El tan ansiado visitante descendió del vehículo, dio algunos pasos y, antes de entrar al “Salón de la Fama”, se detuvo, alzó su mirada, la clavó en Carlos y con voz firme le dijo: “Luego de la función quiero tomar un café contigo, en tu casa”. Aquel despreciado de la sociedad, la escoria del barrio, el que vivía en soledad no lo podía creer, (Zaqueo tampoco).

Fue igual también conmigo y con millones más de vidas transformadas, que se dejaron sorprender por Jesús en su paso por sus vida. ¿Requisitos?… Ninguno, solo el genuino interés del alma que, cansada de ser devaluada, confía en Aquel que puso su vida en la cruz en rescate por muchos, por mí, por Zaqueo, por ti. ¿Te acercarás para verle? (Te aseguro que también te pedirá permiso para entrar en tu casa).

Pensamiento del día:

Hace dos mil años Dios sorprendió al mundo con su visita, y hoy puede sorprenderte también a ti.