Hoy vamos a pararnos en un lugar incómodo de la experiencia humana. Esos momentos donde la vida nos pone en una “Encrucijada”, donde el camino de la vida nos sorprende con un desvío en dos direcciones, donde al igual que la topografía de un laberinto, no vemos fácilmente la salida aunque sabemos que en algún punto está. ¿Qué sentimos cuando esto nos está pasando? confusión, miedo, duda, inseguridad, desesperación a veces… ¿Por qué creemos que la vida nos enfrenta a situaciones así? Porque somos seres finitos, y no tenemos la total dimensión de lo que sucede. Vemos “en parte”. Nuestra visión tiene la limitación del tiempo y del espacio, y no está (todavía) ampliada en la dimensión eterna. ¿Para qué atravesamos estos laberintos?.. A veces, estas circunstancias se nos presentan para desarrollar o desplegar confianza y fe en la persona de Cristo, y para profundizar una relación espiritual con Él en la que yo pueda llegar a ese punto de entregar y ceder todos mis derechos a Su voluntad. Ahora bien… ¿cómo puedo salir? Si en medio de esos laberintos desarrollamos un carácter de dependencia de Dios y obramos con “sabiduría” entonces, la SALIDA será visualizada antes que perezcamos en el intento, porque Dios tiene esa salida y porque ese crecimiento nos permitirá subir un escalón para ver las cosas con o desde otra dimensión.

Filipenses 4:8 nos orienta a pensar en lo correcto. Si seguimos esas luces encendidas por la palabra de Dios, no habrá laberinto tan oscuro ni encrucijada tan contradictoria que nos confunda o nos deje en el exilio espiritual. Es una cuestión de mirada. Habrá muchas alternativas “aparentemente” sabias, buenas y razonables, pero ten cuidado, pues la Biblia dice que si un ciego mira a otro ciego ambos caerán al pozo. Basta una pizca de sinceridad contigo mismo y con Dios, basta una cuota de optimismo con sabor a fe y algunos buenos amigos que te rodeen y nunca perderás el rumbo.

Pensamiento del día:

El crecimiento nos permitirá subir un escalón para ver las cosas con o desde otra dimensión.