Desde chicos hemos experimentado el deseo de huir de algo o de alguien. Y no es cobardía, más bien es prudencia. Varias veces a la semana terminábamos detrás de los pantalones de papá o la falda de mamá mudos de miedo. Forma parte de ese instinto de conservación de toda especie viva, incluida la raza humana. Huíamos de un desconocido, huíamos de un fuerte ruido extraño. Huimos cuando nos sentimos desamparados por nuestros padres el primer día de clases en medio de una habitación desconocida y pintada de muchos colores, rodeados de otros niños con la misma cara de pánico que nosotros y una extraña mujer vestida con una ropa a cuadritos que con el tiempo nos enteramos que era nuestra maestra. A medida que crecemos le vamos perdiendo el miedo a algunas cosas, otras nos siguen atemorizando y otras nuevas aparecen como amenazas potenciales. Pero no hay nada más necio que huir de Dios. Ese deseo de huir aparece cada vez que se desata una fuerte lucha entre lo que quiero hacer y lo que Él quiere que yo haga. No es malo experimentar esa clase de sentimientos. ¡Hasta el Hijo de Dios lo atravesó! Observémoslo sólo en huerto. Él mismo pidió que nadie lo acompañara a ese cónclave solitario y privado donde se entregó a la soberana voluntad de su Padre. Pero tenía miedo: “Padre, si hay alguna otra manera de redimir a esta raza caída sin que yo beba esta copa, la acepto, (Tengo miedo). Pero si no es posible, hágase tu voluntad”. ¿Acaso no es miedo esto?
Este tipo de conflictos interiores no son ajenos a una vida que desea seguir a Dios y es normal experimentarlos. Lo que no debe suceder es que en medio de la crisis lógica que produce el temor a lo desconocido optemos por refugiarnos, evadir responsabilidades o directrices divinas y paralizarnos por lo que pueda suceder. Que la voluntad de Dios muchas veces nos va lanzar a lo desconocido y a lo imposible, humanamente hablando, es un hecho. Sino pregúntale a Moisés de pie, frente a un mar que debía atravesar y con un pueblo que jamás había visto tanta agua junta…

Pensamiento del día:

Debo atravesar el miedo sin dejar que el miedo me atraviese a mí.