De aquellos que les caracteriza su orgullo, se sabe decir que tienen “Aires de grandeza”. Y en verdad es solo eso “aires”. Aire que se lleva el viento. El viento de la adversidad que acarrea la tormenta de la realidad, que deja al orgulloso de cara con su propia estatura moral y le hace ver que, aunque él se sentía grande, aunque a él le parecía que vendía una fachada de grandeza, la cruda realidad es otra, y es justamente lo opuesto a lo que el orgulloso cree ser, es pequeño.

Sí, el orgullo del hombre le empequeñece, porque centra la atención en sí mismo, en el propio hombre, que de por sí es pequeño. ¿Cuándo comprenderá el humano que la verdadera grandeza de la vida es vivir de tal modo que mi conducta, filosofía de vida y relaciones interpersonales busquen siempre dar la gloria a Dios, el gran Creador? Por eso el cristianismo engrandece porque centra al hombre en Dios. Es en Él en quien se enfoca la vida y eso le hace al hombre grande, porque Dios es grande. En las propias palabras de Jesús, este mundo está patas para arriba, está al revés.

El sinónimo de grandeza y éxito que se promueve hoy en día es el de tener la mayor cantidad posible de servidores. Así, el que tiene chofer que le lleve del trabajo a su casa, es una persona importante, y si al entrar en su domicilio un sirviente le recibe a la puerta mucho más, y ni que hablar si al sentarse a comer a la mesa, el cocinero trae el menú en una gran bandeja de plata. Así que tiene chofer, sirviente y chef privado, no cabe duda alguna, es una persona muy importante.

Jesús dijo: “Si alguno quiere ser grande entre vosotros, hágase servidor de todos, porque en mi Reino no se vive para ser servido sino para servir”. ¿Suena loco? Por supuesto, pero ese es el verdadero concepto de grandeza. Dios en 1º lugar, los demás en 2º y uno mismo a lo último, entonces serás grande. (Ante los ojos de Dios, obvio)

PENSAMIENTO DEL DIA:

El orgullo del hombre le empequeñece porque centra la atención en sí mismo, en el propio hombre, que de por sí es pequeño.