De cierto de cierto os digo que si tuvierais fe como una montaña le diréis a este grano de mostaza que se mueva y se moverá.” ¿Notaste algo extraño en esta declaración de Jesús?… ¡Obvio!, está al revés. Pero paradójicamente parecería que muchos la interpretan de esta manera. Este asunto de avanzar con fe es extraño a la natural tendencia humana de calcular todo antes de dar un paso. “Es que yo no tengo tanta fe como para mover montes. Eso es para otros más espirituales, con una dosis de fe mayor a la mía, no para mí.”… De alguna manera todo hijo de Dios tiene fe, pero muchos de nosotros la direccionamos mal depositándola en nosotros mismos o en lo que opinen los demás. Es por eso que nuestra fe produce escasos resultados. En el caso de los discípulos en Lucas 17, donde fue expresado este concepto, el asunto giraba en torno a un orgullo oculto. No estaban dispuestos a perdonar setenta veces siete, como exigiera el Señor. Entonces, para justificar su indisposición, se adjudicaban una fe escasa cuando en realidad no era problema de poca fe sino de mucha soberbia. Es que centrados en nuestros prejuicios y derechos nunca alcanzaremos el grado de madurez que Dios demanda. Siempre pensaremos que tal o cual desafío nos queda grande, y así, dormidos en nuestro cómodo letargo, nos acomodamos en lo humanamente posible perdiéndonos oportunidades de ver obrar milagros de parte de Dios. Creo que el milagro al que Jesús hacía referencia respecto a decir a un árbol que se desarraigue y se eche en el mar es muy sugestivo. ¿No será que se estaba refiriendo a esas raíces amargas que enraízan de tal manera en nuestro corazón que ya se hacen un árbol de tronco considerable?… Porque les estaba hablando a sus discípulos sobre la disposición a perdonar. Y para perdonar al que nos ha ofendido 490 veces se necesita estar seguro del lugar donde deposito mi fe. Grande o pequeña, deposita tu fe en Dios y no hay milagro imposible para ti.

Pensamiento del día:

Mira, no importa cuánta fe tengas sino en quién la deposites.