Ralph Waldo Emerson dijo: “Nunca nada grande fue concebido sin entusiasmo”. Es que en realidad, la motivación es madre de hijos prominentes y adelantados. Nada se logra desde el lecho del conformismo, el desgano y la ley del mínimo esfuerzo. El desánimo lleva a brazos caídos y falta de visión. La pereza está siempre asociada al desánimo. La motivación es algo natural al ser humano. Ese instinto de supervivencia y de progreso que se evidencia en la rápida escalada en tecnología que este mundo está sufriendo en las últimas décadas. Claro que los obstáculos y desencantos de la vida tienen cierto poder frustrante y en la mayoría de los casos apaga esa chispa creadora, ese ánimo de continuar y deja al hombre y a la mujer tendidos sin fuerzas en el callejón del agotamiento y la pérdida de sabor en lo que se hace. Si te encuentras en esa situación, mi apreciado amigo, debes saber que nada de lo que hagas tendrá un final de excelencia ni tendrá valor eterno, porque solo con el sello del entusiasmo es que se realizan las grandes cosas. La convicción de que lo que estoy haciendo es mi vocación, mi llamado, es tal vez el primer ingrediente para una vida de entusiasmo. Pedro, aquel pescador hecho pastor de almas por el llamado de Jesús, vivió entusiasmado con su nuevo oficio. Más tarde, advertido sobre el final que le esperaba a su vida, declaró con entusiasmo que estaba dispuesto a vivir consagrado a la misma causa aunque le cueste su misma vida. Luego, en las playas del mar de Galilea, recibe de los labios del mismo Jesús que le llamó la vital pregunta: “¿Me amas?”, es que los afectos también son otro ingrediente indispensable para poner el corazón en lo que hacemos. ¿Eres un entusiasmado de la vida?… Si no, escucha el llamado de Dios que te invita a seguirle, deposita tu fututo en Sus manos y ama a Dios con todas tus fuerzas. Sólo así dejarás tu huella en esta tierra.

PENSAMIENTO DEL DIA:

“Nunca nada grande fue concebido sin entusiasmo”.