Un joven discípulo dijo a un sabio filósofo: Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti”. “Espera”, le interrumpió el filósofo. “¿Ya hiciste pasar lo que vas a contarme por las tres puertas?” El joven preguntó: “¿Tres puertas?, ¿cuáles tres puertas?”  “Sí, las tres puertas: La primera es la verdad  ¿Estás seguro que es totalmente cierto lo que vas a decirme?” El discípulo respondió: “no. Lo oí comentar a unos vecinos”. “Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta: la bondad.  Lo que quieres decirme ¿es bueno para alguien?” El joven contestó: “No, al contrario”. “Y la última puerta es la necesidad. ¿Es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?” El discípulo aseveró: “No, no es estrictamente necesario.” “Entonces” dijo el sabio sonriendo: “Si no es verdadero, ni bueno, ni  necesario, mejor será olvidarlo para siempre”. ¡Cuánto tiempo perdemos y cuánto daño hacemos con nuestros comentarios!, ¿verdad? “Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.  Todos fallamos mucho.  Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.  Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal.  Fíjense también en los barcos.  A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto.  Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas  ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! (Santiago 3:1-5) Por eso es más saludable, escuchar el consejo bíblico en labios del apóstol Pablo: “Por lo demás, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.” Líbrate de la murmuración ahora mismo por el control de Dios.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

El que tiene valor para hablar mal del ausente es un cobarde.