No sé si el apóstol Pedro habrá leído el Salmo uno en su primer versículo. Digo esto porque en las instancias finales de la pasión y muerte de su líder, Jesús, esos fueron exactamente los pasos que él siguió, acabando en la cobarde traición que todos conocemos. Fueron tres pasos para el fracaso. En evitarlos está la sabiduría de la vida. Su descenso se narra en el evangelio de Mateo capítulo 26. Dice el versículo 58 que mientras arrestaban a Jesús y le conducían a la casa del Sumo sacerdote, “Pedro le seguía de lejos.” Alguien dijo: Síguelo de lejos y acabarás negándole.” El primer verbo del salmo 1:1 es “andar”. ¿Cómo es tu andar? ¿De lejitos no más? “No te acerques demasiado, Pedro. Te puedes ver comprometido. Trata que no te identifiquen. En el huerto estaba oscuro, nadie te reconoció. Cuídate. Sálvate a ti mismo.” Es la voz de la carne. ¿La has oído? Es un andar siguiéndole de lejos. Pero si persistes en este estilo de “discipulado a distancia”, el próximo paso será el segundo verbo de nuestro Salmo: “estar”. ¿Con quién estuvo Pedro mientras acusaban y torturaban injustamente a su Maestro? Continúa el texto diciendo que entró y se quedó en el patio, con la gente común, con los hipócritas que habían planeado el arresto. Es que es un proceso. Pasas, eres seducido, contemplas, te quedas y acabas con ellos. Lo mismo le sucedió a Lot. Si lees los pasos para su caída en Génesis capítulo 13 verás que no fue de una sola vez. Miró, v. 10. Fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma, v.12. Se sentó, 19:1. Este es el tercer verbo del Salmo: “sentarse” y fue también el tercer peldaño del descenso de Pedro. Dice Mateo 26:58 que terminó sentado con los alguaciles para ver el fin. Obvio, estaba calentito al lado del fogón. La vista era perfecta. Es que siempre el mundo te va a seducir con ofertas de tibieza momentánea. Lo más triste es que Pedro había sido advertido por Jesús. Igual cayó. Hoy Dios te advierte a ti. Que no te suceda lo mismo.

Pensamiento:

Síguele de lejos y acabarás negándole.