“¿Quiere acabar con su vida?… Pues hágalo. Yo le ayudo.” No me lo vas a creer pero este es el título de uno de los libros más vendidos de los últimos años en EE.UU. Su autor (me reservo el nombre pues no es mi intención colaborar para nada con la fama que se ha ganado), ofrece a los lectores diferentes maneras de suicidarse, rápida o lenta; dulce a o amarga; con dolor o sin él. Presenta distintos tipos de veneno explicando al detalle los efectos que producen cada uno de ellos y aborda el tema del suicidio como una alternativa viable y una opción cada vez más recomendada. No me extraña que la tasa de suicidio vaya en aumento, pero lanzar al mercado un libro que te ayude a hacerlo… ¡Eso sí que es el colmo!  Lo que acabas de ver nos pone de cara con una realidad alarmante. Los días que transitan los seres humanos sobre esta tierra no es vida. Es cualquier cosa menos vida real, abundante y gozosa. A medida que avanzan en su desafío de ser humanos y en el intento de abrirse paso en esta selva de cemento que nos invade y despersonaliza, sus fuerzas se agotan y sus ganas de vivir se esfuman cada día más. Relaciones interpersonales laceradas, promesas de fidelidad incumplidas, modelos disfuncionales y economía inestable son solamente algunos de los indicadores de que todo está mal, muy mal. Ante esta realidad la solución más viable para muchos es acabar con su existencia. Ignoran, los que así piensan, que el suicidio no es el cese de un problema sino el comienzo de otro de dimensiones mayores.

Pues si los inconvenientes antes mencionados impidieron tu disfrute en esta vida ¿cuánto más el suicidio y el distanciamiento de Dios te amargarán el resto de tu existencia eterna en la condenación que no tiene fin, ardiendo en un lago de fuego y azufre?… ¿Lo ves? No es el fin de todo, es el comienzo. Esta vida es solo la preparación para la otra, la del más allá, y de tu relación con Dios hoy depende tu eternidad mañana.

Pensamiento del día:

Decidir acabar con tu vida solo te apresura a comenzar tu condena en la otra vida.