Este salmo advierte sobre uno de los peores males que enfrenta el hombre y la mujer, a saber: El orgullo oculto. Tenemos gran capacidad de ver fallas en los demás pero no al momento de examinarlas en  nuestra propia vida. Este parásito asesino de nombre “Orgullo” tiene la facultad de permanecer mucho tiempo imperceptible en nuestro corazón esperando su oportunidad para manifestarse. Al mismo tiempo ejerce cierto efecto cegador y nos impide ver no solamente al mismo orgullo sino otros defectos también. El orgulloso no solamente se cree humilde sino que también se cree perfecto. Esto empeora las cosas dramáticamente. Pero el texto sagrado continúa: “Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí.”. Entonces este oculto parásito ya se ha transformado en manifiesto señor. Un amo cruel y déspota que te subyuga y te lleva a  hacer cosas que nunca hubieses imaginado, como pelearte con la persona que más amas (hijos, conyugue, amigos, Etc.) o vengarte de aquellos que te aman hasta extremos inimaginables.

Si este es tu caso apreciado amigo, amiga necesitas desparasitarte urgentemente (aunque padezcas por un tiempo los efectos secundarios), al final serás bendecido, liberado y limpio. Observa como culmina este salmo: “Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.” Si lo leemos en su sentido opuesto quedaría algo así: “El que no ve su orgullo o viéndolo no lo confiesa vive expuesto a conflictos de magnitud a cada paso.”

Pensamiento del día:

“Cuando el hombre descubre su pecado Dios lo cubre, cuando el hombre tapa su pecado Dios lo destapa, cuando el hombre confiesa su pecado Dios lo perdona”.