Dios es amor y su Palabra, la Biblia, habla mucho de Dios, por lo tanto abunda en pasajes que definen esta gracia tan mal interpretada en nuestros días. El apóstol Pablo, exhortando a los esposos, les recuerda que deben amar a sus esposas así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Este corto pero profundo pasaje sagrado corre el velo del verdadero sentido del amor que Dios tiene en mente cuando se relaciona con sus criaturas, y aunque parezca una utopía, nos exige acercarnos lo más posible a esta meta al momento de amar a alguien. Al amar debes entregarte a ti mismo por el otro, aunque duela, aunque signifique el sacrificio máximo, la renuncia total a tus derechos, una entrega incondicional. Hoy nos enojamos con nuestros cónyuges e hijos argumentando que tienen todo lo que necesitan y aun así dicen que no los amamos… “Qué más quieren”… Fíjate que el pasaje citado con anterioridad dice “y se entregó A SI MISMO”, no dice y le entregó bienes, lujos, viajes,  sino que debo entregarme yo mismo cuando decido amar a la manera de Jesús, a la manera de Dios. Colgado entre el cielo y la tierra el Nazareno gritó: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¿Haz llegado al punto de amar a alguien aunque ves que te está crucificando? ¿Cómo poder perdonar al traidor, al cobarde, al cruel y al injusto? ¿Cómo amar a aquel que debiendo haberme defendido me sentenció y se lavó las manos? “A lo suyo vino y los suyos no le recibieron”. “En casa de mis hermanos fui herido”. Pasajes como este y tantos más dejan ver a las claras que estamos a años luz de amar como Dios me pide.

Este desafío se torna una utopía cuando lo intentamos hacer en nuestras fuerzas, regulados por nuestras emociones y parados sobre una relación de “toma y dame”, más que sobre una relación de “mejor te doy”. Una relación comercial más que de pacto. Miremos a Jesús en su cruz, aprenderemos a amar y comenzaremos a ser amados. Haz la prueba.

PENSAMIENTO DEL DÍA

La expresión máxima del amor es amar a aquel que te está
crucificando.